Este equipo huele a campeón

El equipo de Messina jugó un gran partido y logró un triunfo cómodo a la par que justo (80-70). La conexión lituana formada por Lavrinovic y Kaukénas volvió a ser decisiva





Este Madrid de Messina tiene la capacidad de cambiar la cara a un partido como cuando un niño llora y recibe la piruleta del placer. La salida del Madrid no fue la esperada. Pesados en ataque, en el peor de los sentidos, los blancos ni defendían ni amagan con intentarlo. Messina pasó factura pronto. Tiempo muerto en apenas tres minutos de partido. Bronca y a jugar. No fue inmediato el cambio, pero surtió efecto.

Cualquier parecido entre el primer y segundo cuarto del partido sería como hablar de las televisiones en color y blanco negro. Los protagonistas eran los mimos, sí, pero sus actuaciones no. El plus Messina salió a la pista con el segundo batallón por bandera: Llull, Kaukenas y Vidal. Con ellos, el Madrid se pasó por la piedra al Panathinaikos en un segundo cuarto bondadoso con el espectador a más no poder: un 22-7 de parcial lo decía todo.

Ficha técnica:

80. Real Madrid (12 22 25 21): Prigioni (11), Hansen (3), Bullock (9), Garbajosa (6) Lavrinovic (15) -quinteto inicial-, Velickovic (7), Kaukenas (17), Vidal (0) y Llull (12)

70. Panathinaikos (21 7 23 19): Spanoulis (4), Perperoglou (0), Fotsis (5), Nicholas (16) y Pekovic (22) -quinteto inicial-, Diamantidis (6), Tepic (6), Shermandini (6), Golemac (0), Calathes (1)

Árbitros: Romualdas Brazauskas (LTU), Borys Ryzhyk (UKR) y Eddie Viator (FRA).

Incidencias: Tercera jornada de la primera fase de la Euroliga. Grupo D. Palacio Vistalegre de Madrid. Casi lleno.

LA DEFENSA, LA CLAVE

El menorquín mejoró a Prigioni en dirección, anotación y casta. Kaukenas apretó como un bulldog a los exteriores helenos y Lavrinovic sacó a pasear esa mano que Dios le ha dado para el tiro lejano. Obradovic se ponía cada vez más rojo de abroncar a sus hombres, mientras Messina engordaba a pasos agigantados a cada defensa bien cumplimentada por sus hombres.


El juego del Madrid bordaba la perfección por momentos. Sólo varios triples sobre la bocina de los griegos (alguno incluso fuera de tiempo) mantenían a los de Obradovic en un partido más igualado en el marcador que lo que dictaminaba la pista. Al sustento verde se sumó Nicholas, que encontró en el triple la comodidad de la habitación de su casa.

La agresividad del Madrid en defensa encontró un problema a la hora de cortar el ataque griego: los árbitros bajaron el listón en exceso, y las faltas se sumaron con excesiva celeridad al casillero merengue. Pese a ello, el Panathinaikos no se arrimó tanto como para bailar con el Madrid el tango suicida que proponía Obradovic. La conexión lituana formada por Lavrinovic y Kaukénas lo impidió. Uno de dentro a fuera, y el otro de fuera a dentro martillearon a un Panathinaikos que no tuvo más remedio que darle la confirmación de gran equipo a este Madrid. Por fin, parece, un equipo acorde a la historia merengue.