DC repasa las Copas de Europa: hoy la sexta

Heysel fue testigo de la sexta corona europea del Real Madrid





Un año antes del sexto entorchado europeo se conquistó el quinto título de Liga consecutivo en pleno relevo generacional. De la mano del gran Miguel Muñoz, el conjunto blanco se hizo fuerte en la competición doméstica y no dejó de encadenar títulos en el primer lustro de la década de los 60.

Llega el Madrid ‘ye-yé’

El cambio en la generación de estrellas madridistas no fue atropellado sino progresivo. Jóvenes como Pirri, Grosso, Amancio, Zoco, Velázquez o Manuel Sanchís padre se fueron incorporando progresivamente al equipo.

Coincidía su llegada con un fenómeno de masas en el mundo musical con repercusiones desconocidas hasta entonces. Grupos como los Beatles generaban una expectación sin precedentes. El Real Madrid no sería ajeno a esta fiebre y la generación de los futbolistas mencionados sería conocida por los 'ye-yé'.


Eran jugadores atrevidos, que caían simpáticos, que saltaban al césped sin complejos pero que también eran conocedores del hito que habían conseguido los que les precedieron unos años atrás. Además, al iniciar la temporada 1965-66 no estaban solos, pues Santamaría, Gento y en menor medida Puskas ponían el punto de veteranía a la plantilla.     

El canto de cisne de Puskas

Ferenc Puskas seguía perteneciendo al Real Madrid y, aunque sus apariciones eran cada vez más esporádicas como consecuencia de sus casi 40 años, aún seguía siendo un hombre de lo más peligroso para las zagas rivales.

Así lo demostró en lo que se puede llamar su ‘canto de cisne’ en la máxima competición continental. Fue en la primera eliminatoria de ese año. En cancha del Feyenoord se cayó por 2-1 en dieciseisavos en un choque que hacía temer lo peor.

Aun así, el gol de Puskas en territorio holandés serviría para encarar con mejor disposición la vuelta en el Santiago Bernabéu. En ese partido, 'Cañoncito Pum' fue el mejor. demostró que el que tuvo retuvo y con tres goles en la primera mitad sentenció la eliminatoria en casa. Todavía tendría tiempo para anotar otro tanto en los 45 minutos restantes y rubricar una de sus últimas grandes actuaciones con la elástica blanca. Grosso firmó el cuarto y selló el pase del Real Madrid a los octavos de final de forma inapelable.

En octavos esperaba el Kilmarnock escocés, un rival sin mucho nombre que arrancó un empate a dos del Rugby Park, pero para el que el feudo blanco significó demasiado. Cinco a cero les ganaron los merengues en un encuentro en el que el Real Madrid salió al césped con once españoles.

El peligroso Anderlecht esperaba en la siguiente eliminatoria con el cuchillo entre los dientes y muchas ganas de eliminar al Madrid. Los ‘ye-yé’ cayeron por uno a cero pero en la vuelta la mejor versión de Amancio, Velázquez o Pirri, entre otros, les endosó un impresionante 5-0. Aquel Madrid sufría (con matices) fuera, pero en casa era una apisonadora que parecía no tener rival en Europa. Si bien, aún quedaba por superar su prueba más difícil.

El Inter doctora a los ‘ye-yé’

En las semifinales esperaba un rival de tronío. El Inter contaba entre sus filas con Luis Suárez en el campo y Helenio Herrera en el banquillo era el máximo favorito para hacerse con el torneo y supondría una dura reválida para el conjunto blanco. Los italianos habían sido los verdugos del Real en años anteriores, por lo que se afrontaba el doble choque sin miedo, pero con mucho respeto. 

La ida sería en el Santiago Bernabéu, un hecho que dificultaría sentenciar la eliminatoria en el segundo encuentro. Así, un duelo vibrante disputado en territorio merengue con aires de gran final, finalizaría con un solitario tanto de Pirri en el primer cuarto de hora y con la desafortunada lesión del meta Betancort, quien tuvo que jugar lesionado toda la segunda parte. El Madrid brilló en aquel partido, pero no tuvo la fortuna de cara y no fue capaz de incrementar su cuenta goleadora. En esas, el Inter aliviado, respiró tranquilo ante una derrota por la mínima que podía haber sido peor. “Ya nos vengaremos en  nuestro campo”, pensaban. Por suerte, se equivocaron.

En la vuelta en tierras italianas, el ambiente no podía ser más desfavorable. En un campo abarrotado de ‘tifosi’ y con un Helenio Herrera muy confiado, el Madrid se ‘doctoró’ y dio una muestra de su madurez. El gol de Amancio hizo enmudecer a la hinchada trasalpina que se temía lo peor. Muñoz ordenó un gran sistema defensivo a los suyos y entre él, la impecable defensa madridista y un gran Araquistaín bajo los tres palos supieron sufrir y hacer inservible el gol de Fachetti para los interistas. El sueño se había cumplido, el trofeo europeo estaba un poco más cerca. 

El Partizán esperaba en Heysel

La gran final se disputaría en el estadio belga de Heysel un 11 de mayo de 1966, mientras que el rival sería el siempre correoso Partizán de Belgrado, un contrario con más armas de las que en un principio se pensaban. No en vano, había eliminado al Manchester United y tenía una motivación extra al enfrentarse al Real Madrid en la final.

Los blancos salieron nerviosos ante la tremenda importancia del duelo con los balcánicos y algunos jugadores como Grosso o Pachín fueron advertidos por el árbitro, mientras que el Partizan tampoco llegó con excesivo peligro a la portería de Araquistaín.

En la segunda parte llegarían los movimientos en el marcador. La estrella de los balcánicos, Vasovic, les adelantaría a los once minutos de la reanudación. Tocaba remontada. El madrid se repuso y comenzó a jugar como mejor sabía. Zoco, Pirri y Velázquez dominaron el centro del campo y Amancio se convirtió en la pesadilla del Partizán. Sería el propio Amancio en el 70 el que firmaría la igualada y seis minutos después Serena aprovechó un rechace para colocar el 2-1 definitivo. Los chicos lo habían conseguido. Completaron sus cinco Ligas consecutivas con la ansiada sexta Copa de Europa.