Pedro de Felipe nació el 18 de julio de 1944 en Madrid. Lo hizo cerca del Metropolitano ( el estadio del Atlético en aquella época) , pero sus sentimientos eran madridistas y así llegó a la cantera merengue. Pedro Eguíluz enseguida vió en él las virtudes necesarias para triunfar en el Real Madrid. Progresó adecuadamente desde niño y en la temporada 1964-65 ascendió al primer equipo con la vítola de ser el sustituto perfecto de Santamaría.
Valiente, fuerte y potente. Sus grandes condiciones físicas le valieron el reconocimiento de compañeros, técnicos y aficionados. De Felipe se dejaba la piel en cada jugada. Imponente de cabeza, también contaba con un buen sentido de la anticipación. La solidez del central madrileño fue una de las claves de un equipo que ganaba títulos año tras año.
La Liga del 65 y la Copa de Europa un año después se construyeron a partir de hombres como De Felipe. El canterano era mejor cuanto más partidos jugaba y no tardó en ser convocado con la selección española.
Fue precisamente en su estreno internacional, el 27 de septiembre de 1967 sufrió una lesión de menisco que le mantuvo apartado varios meses y marcó su carrera en la entidad madridista. A partir de entonces, tras regresar, le resultó mucho más complicado hacerse un hueco en el once titular del conjunto blanco. Y más si un hombre como Goyo Benito llegaba ‘derribando la puerta' con su habitual pujanza.
Así las cosas, a De Felipe le costó asumir su suplencia y en la víspera de un partido importante criticó a Miguel Muñoz en 1971 por no contar con él. Ese gesto no gustó a un Santiago Bernabéu que le dio la carta de libertad en 1972 para que se buscara equipo. Dicho y hecho su destino fue el Espanyol, donde continúo su carrera con cierto éxito.
La hoja de servicios madridista de De Felipe es estimable y queda por saber hasta dónde habría podido llegar si las fatídicas lesiones no hubiesen truncado parte de su carrera. 169 partidos con la camiseta del Real Madrid le contemplan en los que logró una buena colección de títulos.
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