Messi se hizo humano en Sudáfrica

El mediapunta del Barcelona se ha ido del Mundial sin ver puerta





Se llama Lionel Messi y llegaba este verano a Sudáfrica como la máxima estrella mundial. Su enorme temporada en el Barcelona le avalaban como principal candidato a la Bota de Oro del Mundial y a mejor jugador del torneo. Sin embargo, su experiencia previa con la albiceleste dejaba ciertas dudas. En la fase de clasificación con Argentina no había acabado de encontrarse a gusto y parte de la afición local empezó a dudar sobre su compromiso con la escuadra nacional.

Sin embargo, su técnico Diego Maradona optó por protegerle y por recurrir a él como máxima estrella del combinado, otorgándole incluso el brazalete en algún partido. Ni siquiera en el tercer encuentro de la fase de grupos ante Grecia, con todo el pescado vendido, el técnico optó por darle descanso. Messi tenía que jugar para guiar a su selección a su tercer título mundial y poco importaba que ello le costara su condición física.

Así fueron pasando los encuentros y Messi sólo dejaba pequeñas gotas de su calidad. Velocidad, verticalidad y regate que, partido a partido, sólo fueron teniendo el premio de convertirse en cuatro asistencias a lo largo del Mundial (dos ante Corea del Sur, una ante Grecia y otra ante México). Pero del gol, nada de nada; para eso estaba Higuaín, que poco a poco acumulaba cuatro goles. Pero, a pesar de ello, los aficionados le seguían esperando para el choque de cuartos de final ante la selección alemana.

Por fin la gran cita llegó, y el que se suponía como gran momento de Messi sólo tardó tres minutos en convertirse en pesadilla. Los goles alemanes fueron cayendo uno detrás de otro ante la impotente mirada de la estrella culé, que no podía creerse lo que le sucedía a su equipo. Así, lo intentaba de todas las maneras y desde todos los lugares, pero al igual que en el resto del Mundial, el balón no quería entrar. El Mundial acabó para Argentina y el fútbol dejó claro que Messi, sin Iniesta, Xavi y Busquets, es humano.