Pamplona le recibe ,como el Mesías.

"Ese portugués qué bueno es".





 

 

No era más que el preludio de lo que iba a venir más tarde, porque unos metros por detrás apareció Sergio Ramos y claro, más gritos, más histeria. Luego se vio el corpachón negro de Adebayor, el nuevo fichaje de los blancos, quien tal vez por verse un poco sorprendido del alboroto montado optó por acercarse a firmar un par de autógrafos, abriendo la ruta a Cristiano Ronaldo, Casillas, Kaká y compañía hacia la puerta del autobús que les esperaba unos metros más adelante para sacarles de allí.

La sala del nuevo aeropuerto cobró vida propia de tantos lloros, de tantas alegrías por ver ahí al lado a los jugadores de sus sueños. Pero faltaba el jefe de la tropa.


Y cuando Mourinho apareció por la terminal, los 200 aficionados congregados en la puerta de llegadas estallaron al unísono, como si fuera el Mesías. Fue una catarata sonora de aplausos, de gritos de ánimo y aliento. Sienten admiración y una fe ciega en él, como si supieran que con Mourinho los títulos van a volver al club de sus amores.

 Y si alguien tiene alguna duda de lo que ha significado para los aficionados del Real Madrid la llegada del portugués al banquillo nada mejor que ver la reacción de los aficionados que le esperan en cada ciudad.

Uno de ellos esgrimía con orgullo una pancarta en la que se leía "Mou-zizou 5, Valdano 0". Para él están claras las preferencias dentro de la polémica que el entrenador ha mantenido con la mano derecho de Florentino en las últimas semanas.

 Un grupo de chavales de Obanos y Garés (Joseba Pérez, Daniel Labiano, Xavier Urío y Javier Puy) no tenían dudas sobre sus preferencias. "Por encima de Osasuna, el Real Madrid". Una de las asistentes, provista de cámara, se lamentaba de no tener la instantánea del entrenador portugués, mientras su hijo de corta edad le miraba desde abajo con cierta incredulidad ante los tacos que iba soltando.

Para muchos ellos lo más importante del partido ya ha pasado. Lo decían sus caras, sobre todo las de los más pequeños, los que siempre van mejor preparados a este tipo de acontecimientos. Camiseta o gorro con un distintivo madridista, una cámara de fotos, un móvil, un trozo de papel, todo vale para intentar que ese jugador favorito pudiera dedicarle un autógrafo. Es un recuerdo que no tiene precio.

Vayan o no a presenciar el partido en directo en el Reyno, el simple hecho de ver tan cerca a sus ídolos, aunque fuera al sprint, supuso para muchos de ellos la mejor de las satisfacciones. Por eso es de agradecer que una de las primeras normas que impuso Florentino Pérez en su retorno fue la de obligar a sus jugadores, cuando las condiciones de seguridad lo permitan, a darse estos baños de multitudes y estar cerca de sus hinchas cuando llegan a una ciudad.

Y Pamplona, aunque solo sea por el recuerdo de los partidos de alta tensión que el Real Madrid ha tenido que disputar aquí, la tienen considerada como territorio inhóspito. Pero no es cierto del todo, como se pudo ver ayer en el aeropuerto, donde su gente le gritó sin parar "Ese portugués qué bueno es".

Mourinho fue el último en montar en el autobús. No fue nada intencionado (se retrasó por firmar unos autógrafos antes de salir hacia la zona donde esperaban los aficionados), pero le despidieron como si fuera un general que debe lanzar a sus últimas tropas contra el enemigo.

El autobús con la expedición madridista se trasladó a continuación al hotel Iruña Park, donde el recibimiento ya no fue tan agradable ni acogedor. Pero ya están acostumbrados. Un partido siempre tiene un rival y el de esta tarde está muy necesitado.