La razón es bien sencilla. Ahora parece que el Barcelona no se gasta un céntimo en fichajes, que todo lo que tiene llega desde abajo a coste cero, mientras que el Madrid es el despilfarrador mundial por excelencia. Igual a todas esas personalidades se les escapan los 4.000 millones que costó Rivaldo, los 85 millones de euros que pagaron por Ibrahimovic o los casi 30 que están dispuestos a pagar por Alexis Sánchez y los cerca de 40 que les va a sablar el Arsenal para recuperar a Cesc, uno de sus canteranos tan cacareados, a precio del mejor de los diamantes ¿A todo esto no se le puede llamar cartera?
Y es que cuando se habla de estereotipos algunos equipos tienen la fama y otros cardan la lana. Eso no es jugar limpio y es faltar a la verdad. El Barcelona es un club derrochador económicamente hablando, quizá el que más a lo largo de toda la historia del fútbol, y eso no lo van a tapar tres o cuatro buenos jugadores que hayan salido de la cantera. En el Camp Nou hay cantera, sí, pero, sobre todo, hay muchísima cartera. Nos quieran engañar o no, así es la realidad.
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