Pero la vergüenza no es cosa del pasado en este estadio. Es algo habitual, tal y como pudo vivir un aficionado uruguayo del Sevilla el pasado sábado. Su pecado fue criticar el atraco a mano armada que perpetró el amigo del barcelonismo, Eduardo Iturralde González. Un individuo al que solo le faltó lanzar el penalti sobre Iniesta o rematar la increíble falta que señaló en el minuto 95 de partido. Por fortuna, el Sevilla sobrevivió al Barcelona y a su aliado, porque el árbitro no pudo prolongar más su ayuda.
La lógica indignación de este seguidor no sentó bien a su compañero de grada del Camp Nou, quien tuvo una reacción violenta que acabó la cámara del aficionado rota. Por lo visto, en el estadio azulgrana no solo provocan y fingen como Cesc, sino que también agreden. El pecado es ser de otro equipo y decir la evidencia: al Sevilla le robaron en este partido. Ni en la grada se está a salvo de sufrir violencia, porque un aficionado rabioso por el fallo de Messi te puede limitar tu libertad de expresión de un bofetón. Y mientras tanto, los miembros de seguridad, de brazos cruzados.
Los sucesos se suceden en el Camp Nou, pero el campo continúa abierto jornada tras jornada. La sanción por el cochinillo nunca se cumplió ni se cumplirá. Mientras el mando lo tengan ellos, claro. Así que al resto solo nos queda aguantar esta situación y denunciarla, para sacarles los colores y evitar que esto se siga produciendo. Por cosas como estas uno se da cuenta que el Barça está muy lejos de ser el "més que un club" del que presumen. Mientras esto siga así, solo serán un club del que el fútbol español debe avergonzarse.
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