Cura de humildad bávara

El Chelsea ganó su primera Champions League en la tanda de penaltis





 

Sin embargo, a partir de ese momento el italo-suizo empezó a cambiar el estilo de juego. Dejó el preciosismo a un lado y optó por el trabajo y la efectividad. A partir de ahí, empezaron a llegar los milagros: remontada al Nápoles en la prórroga, victoria en Londres por 1-0 ante el Barça a pesar de haber tirado una vez a portería, empate en el Camp Nou tras haber remontado un 2-0 adverso con 10 y haber tenido un penalti en contra que falló Messi... Y lo que ocurrió en la noche del sábado, en la final ante el Bayern.

Poco importó que el partido se jugara en Múnich. O que los alemanes atacaran durante todo el partido incesantemente. Ni siquiera el gol de Müller en el minuto 82 minó la moral del Chelsea. Porque Drogba en 88 empataba (1-1) tras aprovechar el único córner a favor de los 'blues', después de que su rival sacara 16. Otro milagro más. Pero aún faltaban un par por darse. Como el penalti que Cech le paró a Robben tras un absurdo penalti cometido por el propio Drogba nada más comenzar la prórroga. El holandés volvía a fallar en el peor momento, ganándose con razón la fama que tiene de gafe.

La fortuna llevaba sonriendo al Chesea todo el torneo. Pero, a pesar de ello, Mata fallaba su primer penalti en la tanda y el Múnich se ponía 2-0 gracias a los tantos de Lahm y Gómez. La final tenía más color alemán que nunca, y en cierto sentido, se hacía justicia a lo visto en el campo y en el torneo. Sin embargo, aún quedaba una vuelta de tuerca más, con Olic y Schweinsteiger fallando sus penas máximas, mientras que David Luiz, Cole, Lampar y Drogba no desperdiciaban las suyas (3-4). La presión y la mala suerte acababan con la prepotencia y la suficiencia alemana, confirmando la maldición que dice que ningún equipo finalista que jugara como local ha ganado este torneo en 20 años de Champions. Y es que este año era el del Chelsea, precisamente el que menos se lo merecía.


 

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