Brasil pretende restringir el éxodo de jóvenes promesas





La fuga continua de jugadores jóvenes del fútbol brasileño se ha convertido en un problema de índole nacional. Tal es así, que tras la salida de 1085 futbolistas en el 2007, el Gobierno brasileño ha decidido intervenir. Se ha presentado así una propuesta a la FIFA para ampliar la edad mínima a la que un jugador puede marcharse de su país a otras ligas más fuertes de los 18 años hasta los 21.

El ministro de Deportes brasileño, Orlando Oliva ha sido quien ha confirmado la propuesta asegurando que "hemos defendido una alteración en la que pedimos que las trasferencia de jugadores sea a partir de los 21 años para que los deportistas puedan estar más tiempo en sus países de origen, algo que ha sido muy bien recibido por la FIFA".

Actualmente, la legislación considera que entre los 12 y los 21 años los futbolistas están en periodo de formación técnica, y si en esas edades son vendidos el club de origen mantiene un derecho del 3% sobre un futuro traspaso del jugador, para compensar la inversión formativa del mismo.

Cierto es que los traspasos de jóvenes promesas dejan mucho dinero para los clubes sudamericanos, pero también éstos bajan el nivel en las competiciones internacionales y en las categorías inferiores de la canarinha, al negarse muchos jugadores a participar una vez que juegan ya por ejemplo en un equipo europeo.

El último caso flagrante de una joven estrella que abondonó Brasil tras permanecer unos pocos meses en primera división fue Alexandre Pato, que tras debutar con el Internacional de Porto Alegre fue traspasado al Milan por 22 millones de euros, algo que puso en pie a todo el país futbolístico.