Sé que es una utopía acabar con ellos y que muchos estarán en desacuerdo conmigo, pero cada vez me gustan menos los parones internacionales, que cortan el ritmo de la competición y derivan muchas veces en lesiones que nunca debían haberse producido. Cada vez que hay un parón internacional, los clubes se echan a temblar esperando que sus jugadores vuelvan sanos y salvos. Y los aficionados esperamos quince días a que regrese el fútbol que de verdad nos importa.
El caso Modric es la prueba más fiel de que el fútbol de selecciones es un dolor de muelas para los clubes. Precisamente el seleccionador croata, Niko Kovac, hizo un buen planteamiento de la situación del futbolista, que descansó en el partido amistoso para posteriormente jugar el partido oficial. Sin embargo, la mala suerte quiso que Luka tuviera que dejar el campo en menos de media hora. Podría haberle pasado con el Real Madrid, sí. Pero le pasó con Croacia, quién sabe por qué. Puede que por casualidad o puede que por otros diferentes factores.
La FIFA tiene un seguro que indemnizará al club blanco por su pérdida, pero el dinero no paga el hueco que va a dejar Modric en el equipo. Personalmente, confío en que Sami Khedira, Isco o Illarramendi puedan hacer un buen trabajo en esa posición y que cuando vuelva dentro de dos o tres meses, Modric se encuentre al Real Madrid tal y como lo dejó: líder de la Liga y en buena posición en Copa del Rey y Liga de Campeones. Lo que el croata ya no podrá disputar es el Mundial de Clubes, una competición en la que merecía estar como el que más. El maldito virus FIFA se lo impidió.
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