El 'otro' Fernando argentino





Estos días hablaba con nuestro gran redactor Ariel Judas sobre la dificultad que atraviesan los equipos argentinos para generar nuevos talentos en sus potreros. Es evidente que hace ya dos-tres años que no se producen traspasos de relumbrón (a pesar de que en breve saldrán Nicolás Otamendi, Keko Villalva, Diego Buonanotte o Patricio Rodríguez) y que quizás el último de esos traspasos millonarios gozaba de un respeto acreditado en Argentina que confundió a más de uno en Europa. El Real Madrid, siempre ávido en estos mercados (anduvo listo con Higuaín) pero se mostró torpe o poco orientado en torno al que muchos veían como el ‘nuevo Redondo’, un Gago que ahora atraviesa su peor momento como madridista y que dejará el club de inmediato. Siempre quedará como el ‘otro’ Fernando argentino.

El pintita’, como pronto se le reconoció en Argentina, se formó en ese Parque que lleva años generando iconos en la capital bonaerense. Pronto pasó a las inferiores de Boca Juniors y debutó a los 18 años, relegando en apenas unos partidos a un símbolo de la entidad como Raúl Cascini y adueñándose del protagonismo del juego con el tan singular y famoso número 5 argentino. Ese dorsal, vinculado históricamente al jefe del medio campo, al cerebro del equipo y al jugador que pone el temperamento y la pausa, le llegó como anillo al dedo pues apenas unos años después fue uno de los partícipes de un club que brilló con cinco títulos en las cinco competiciones que disputó. Todo avanzó tan rápido que los elogios desde Europa no tardaron en llegar y, entre todos ellos, el que más empujó fue el Real Madrid, para llevárselo en el mercado invernal de 2006 por nada menos que 22 millones de euros (Higuaín llegó con él a cambio de 11.5 millones).

Se vendió a Gago como un jugador con capacidad de sacrificio, con recorrido y con facilidad para la organización, todo ello sin ‘comillas’, lo que le hizo un flaco favor desde su llegada. Gago había reflejado en Argentina ser cauteloso con sus incorporaciones en ataque (algo que se refleja claramente pues sólo anotó un gol con Boca), prudente en sus pases, frío en cuanto a carácter y muy calculador en el corte, donde pone un énfasis extra como pocos pero que no acaba de dominar. El ritmo más pausado del fútbol argentino ayudaba a destacar su calidad técnica pero cuando el balón no se frena, como ocurre en España, las debilidades en el control, orientación y velocidad son mucho más evidentes en su juego. Pese a todo, a su llegada se convirtió en un jugador útil pues el Madrid necesitaba una ‘limpia’ mental, aire fresco y caras nuevas. Su llama se fue apagando, dejó algún partido llamativo pero jamás respondió en partidos donde la medular blanca debía dar un paso adelante. Se escondía y acabó en la sombra de Lass, mucho más caracterial y acelerado para adaptarse a las necesidades blancas.

Ahora, Fernandito se ha instalado con peligro en el banquillo y Pellegrini le ha clavado una flecha en su alma, la cual llora pero no reacciona, la peor de las consecuencias para un jugador que ya se rifan en el mercado invernal  (el mundo no se acaba de blanco inmaculado español) y que tiene fecha de caducidad en el Bernabéu. Allí, en Chamartín, recordará a un Fernando pero no al ‘otro’ sino a Redondo.