Y eso es una suerte para el Real Madrid. Porque, siendo realistas, el egoismo de Cristiano es una de las consecuencias de su enormidad. Su ambición no tiene límites, siempre quiere marcar, pero sobre todo siempre quiere ganar. Y ese ansia de victoria es lo que le está llevando a evolucionar. A mirar a los compañeros, a aliarse con ellos. Ronaldo no ha cambiado, simplemente ha comprendido que el gol sabe igual de bien cuando sale de sus botas que cuando se lo cede a un compañero.
Ha entendido que se puede cazar en comunidad, que dos cazan más fácilmente que uno solo, y que la presa al fin y al cabo continúa siendo la misma. Su ambición sigue siendo idéntica, y su egoismo también. Donde antes quería para sí todos los méritos, desde que llegara Mourinho se ha dado cuenta de que el colectivo manda. Y ahora es egoista para con los rivales, a los que ataca de la mejor manera posible: asistiendo o goleando, lo mismo da. Leía ayer en cierto medio catalán que CR7 anda mosca con Higuaín porque le quita protagonismo; que celebró el primer gol del Pipa como si fuera suyo y que el resto de compañeros se molestaron por el gesto.
Sin embargo, como casi siempre mienten. Manipulan una realidad que no es otra que la confirmación de que Ronaldo se ha reformado. Saben que está surgiendo el mejor Cristiano y señalan esa celebración como algo negativo, cuando lo que hace no es más que confirmar mis palabras. Celebrar los goles ajenos como uno propio es el paso que debe dar para demostrar que ha evolucionado. Más generoso, más solidario, pero con el gol siempre entre ceja y ceja. Y si no ya lo verán esta noche...
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