Digo esto porque se está empezando a instaurar poco a poco, y de momento sin mucho ruido, una cierta corriente contraria a Iker Casillas. Y lo que es peor bajo mi punto de vista, en el mismísimo estadio Santiago Bernabéu. Y lo digo con conocimiento de causa porque desde la tribuna de prensa se observa perfectamente. Los dos goles que recibió el día del Levante levantaron la voz de más de un aficionado blanco, que empezaron a culpar al portero de dos goles difícilmente parables. Algo tan injusto como que sus compañeros de defensa tampoco estuvieron tan atinados como deberían haberlo estado.
Es obvio que la memoria en el fútbol es muy corta. Casillas no va a vivir ni de sus milagros en Glasgow para darle al Madrid la novena, ni de los penaltis en cuartos de la Eurocopa ante Italia, ni de la parada a Iniesta en la final de Copa de Mestalla del año pasado y ni siquiera del pie que salvó a toda España ante Holanda en la final del Mundial. Casualmente, todas ellas en partidos de chichinabo, como se puede observar. Por eso, cuando veo, leo y oigo las críticas cada vez más grandes hacia este símbolo del madridismo lo único que puedo hacer es sonreír. En Vallecas, partido más importante para la Liga de lo que muchos piensan, el de Móstoles salvó puntos. Eso sí, como el domingo le marquen otro gol de cabeza los pericos del Espanyol seguro que el sector crítico del Bernabéu la tomará con él. Simples modas, aunque espero que pasajeras.
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