Toca acostumbrarse a no fichar

El Real Madrid no puede competir en el mercado con las ingentes fortunas de los multimillonarios propietarios de equipos, sobre todo ingleses e italianos






Más allá de las críticas que cada madridista, individual o colectivamente, quiera elevar por la gestión de la cúpula directiva del Real Madrid tras su labor durante este mercado estival recién terminado, conviene ir acostumbrándose a un club al que sólo el inmenso poder de seducción de su historia y escudo puede lograr que compita en igualdad de condiciones con los grandes clubes europeos cuando de contratar estrellas se refiere.

Sí, es así de rotundo. El Real Madrid, según Forbes (y por tanto, muy dudoso de ser parcial hacia uno u otro lado), es el club que más beneficios genera de todo el panorama futbolístico mundial (326,6 millones de euros durante la pasada temporada), muy por encima del Manchester United, el Barcelona, el Chelsea y el Arsenal, los clubes que le persiguen en esta clasificación, Sin embargo, ese hecho sólo le permite ser el segundo club de mayor valor del mundo, por detrás de los Diablos Rojos, y también a una distancia considerable.

¿A qué se debe este hecho? El motivo es muy sencillo. El Real Madrid, lo queramos o no sus socios, no es una empresa, sino una asociación sin ánimo de lucro. O al menos eso debería seguir siendo. Mientras en el mundillo futbolístico se han puesto de moda los inversores privados o los grandes grupos empresariales asumiendo la gestión de los grandes equipos, en España hay cuatro equipos (Real Madrid, Barcelona, Athletic y Osasuna) que permanecen fieles a su concepción original y compiten en desigualdad de condiciones con todos los demás equipos europeos.

Es con los clubes italianos e ingleses con los que más desigualdades se presentan. Los actuales presidentes del Real Madrid y el Barcelona son dos abogados, y dicho con todo el respeto, que la lista Forbes la conocen de oídas. Igual que sus antecesores, por otro lado. O nosotros mismos. Y ellos deben competir en el mercado con magos de las finanzas y expertos en negocios del calibre de Roman Abramovich (decimoquinta fortuna mundial según Forbes, 16.100 millones de euros de fortuna personal), Silvio Berlusconi (que a ingente fortuna personal aúna su poder político), la mayor gasística mundial, Gazprom (que maneja el Zenit de San Petersburgo) y un larguísimo etcétera. Por no hablar de holdings de entretenimiento norteamericanos (los Glazer con el United, Hicks y Gillet con el Liverpool...), las empresas de automoción (la FIAT de los Agnelli y su Juventus...). A ellos se van uniendo, además, los petrodólares de Arabia Saudí (Arsenal) y de los Emiratos (Manchester City), que tal y como anda el precio del petróleo han visto multiplicarse sus insultantes fortunas casi por dos en apenas doce meses.

¿Y qué? Pues muy sencillo: ni Real Madrid, ni Barcelona, ni prácticamente ningún equipo sin un multimillonario amante del fútbol como presidente del Consejo de Administración de un club de fútbol tienen nada que hacer. ¿Qué habría supuesto para Roman Abramovich que su fortuna personal hubiera descendido a los 16.099.999.960 euros y haber satisfecho al Madrid en la negociación por Robinho? Absolutamente nada. Porque ese tipo de clubes tienen otros recursos, los que generan las empresas o empresarios por los que son dirigidos.

Además, la gran ventaja con la que juegan estos multimillonarios es que pueden soportar las astronómicas deudas de sus clubes gracias a los ingresos que generan desde otras empresas. La deuda del United, por ejemplo, está tasada en algo más de mil millones de euros (sí, han oído bien), pero nadie se alarma más de lo estrictamente necesario: cuantas más deudas arrastre el club más barato lo tendrán que vender cuando quieran hacerlo. ¿Se imaginan que salieran a la palestra Calderón o Laporta para decir que sus clubes deben la mitad? Serían linchados públicamente y posiblemente los dos clubes serían obligados a desaparecer, o a comenzar de nuevo desde el fútbol no profesional.

Así que a partir de ahora, despídanse de Cristianos Ronaldos, Kakás, etcétera. El futuro pasa inexorablemente por contratar jugadores jóvenes para que exploten en el Real Madrid y luego un millonario caprichoso pague lo que haga falta porque le quiere en su equipo (léase Robinho).