Fue palomo y no halcón este árbitro de dudosa procedencia. Dio gusto a Zapatero y a Villar con su actuación, tirando siempre para casa de manera sibilina. Obviando claras faltas que favorecían al Madrid y no perdonando nada en dirección contraria.
A los 65’ perdonó la segunda amarilla a Márquez por una dura entrada por detrás a Raúl. Según las normas de FIFA es tarjeta roja, pero Medina no mostró ni la amarilla sabiendo que era la segunda y tenía que expulsarle.
Esta fue la tónica general de un partido en el que Medina no regaló nada al Madrid, le quitó infinidad de faltas, como otra a los 57’, en una clara obstrucción de Márquez a Higuaín al borde del área; Medina, encima de la jugada, no la pitó le faltó montar el contragolpe.
El colmo de una actuación que acabó siendo de máximo esplendor para el barcelonismo fue la tarjeta amarilla a Casillas, que sacó de quicio el portero blanco indignado con un colegiado que sí, definitivamente, jugo con el Barcelona.
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