Lo bueno ya está aquí

En una temporada maratoniana, que da su pistoletazo oficialmente hoy para el Real Madrid ante el Deportivo, la exigencia va a ser el sacramento al que Pellegrini y los suyos le van a tener que rezar partido sí, partido también una oración. Las medias tintas deben quedarse sólo en eso, en el medio del camino. Un proyecto tan ambicioso como el diseñado por Florentino y Valdano debe dar espectáculo, ganar y, sobre todo, devolver al Madrid al lugar que le corresponde tras una travesía por el desierto tan ácida como el sabor de un limón recién exprimido. Para calibrar la calidad de ese zumo, Pellegrini debe ajustar el equipo a su medida, a pesar de que las salidas de Robben y Sneijder no estaban en el libro de instrucciones que manejaba.

Los grandes artistas de cualquier disciplina de la vida tienen por costumbre mentar la palabra tiempo para referirse a sus grandes obras. El Real Madrid, sin embargo, debe moldearse de inmediato. La fachada está reluciente. Impoluta. La percusión que provoca escuchar los nombres de los fichajes merengues la firmaría el gran Puccini en 'Madame Butterfly', sin embargo, el Bernabéu no es fácilmente impresionable por la estética y sí por la combinación de sonidos: trabajo, sacrificio y calidad.

Pilares de la superproducción blanca

El azar ha querido que sea el Madrid el primero que abra la competición doméstica. El Deportivo, de no ser por aquel fatídico partido del centenariazo y la aureola que aquello supuso, se presentaría en el Bernabéu como el pardillo de la clase al que todos quieren rematar de collejas en el estreno del curso escolar.

La pila bautismal del Bernabéu está cumplidamente preparada para dejar pasar por ella a los nuevos pilares que sustentarán la superproducción. Secundarios como Arbeloa o Garay  pasando por clase media como Xabi Alonso, Granero o Albiol y finalizando en el trío mágico compuesto por Kaká, C.Ronaldo y Benzema. A todos ellos, haciendo un símil cineasta, sólo queda decirles aquello de ¡mucha mierda!