Ronaldo volvió a ser el jefe

El portugués anotó dos goles aunque se fue antes debido a unas molestias. El Madrid volvió a resolver en la segunda parte. Los franceses lo pusieron complicado hasta que les duró el físico





El Madrid jugaba a ráfagas. A impulsos de corazón. El que le intentaban poner Kaká, Ronaldo y Benzema moviéndose por todo el frente de ataque. En ocasiones sin más sentido que ocupar el campo, pues aún no ha quedado demostrada que la teoría de la excesiva movilidad de los delanteros sea tan útil como practicable.

El equipo galo, a sus anchas, basaba todo en el físico. Es lo único que tienen, por lo tanto, era lo lógico y esperado. Sin más. Lo que no esperaba el equipo blanco era que Niang se destapara con un par de acciones que hicieron sudar primero a Sergio Ramos y, posteriormente, a Pepe. Por suerte, Casillas estaba al corte para, con los guantes, sacudirles el sudor provocado a sus compañeros y mantener virgen su portería.

Ficha técnica:

Real Madrid: Casillas, Ramos (Garay 71’), Albiol, Pepe, Marcelo; Xabi Alonso, Gago, Guti, Kaká (Raúl 77’), Ronaldo (Higuaín 68’) y Benzema.


Marsella: Mandanda; Bonnart, Diawara, Heinze, Taiwo; Mbia, Abriel (Rodríguez 61’), Cheyrou, Luch; Niang (Ben Arfa 86’) y Morientes (Brandao 61’).

Goles: 1-0 Ronaldo (58’), 2-0 Kaká (penalti 60’), 3-0 Ronaldo (65')

Árbitro: Martin Hansson Amonestó a Diawara (46’), Mbia (54’). Expulsó por doble tarjeta a Diawara (59’), Rodríguez (66’)

Estadio: Santiago Bernabéu. Casi lleno. 76.053 espectadores.

De los blancos poco o nada se sabía. Benzema se movía, sin más. A pesar de estar desubicado de la posición en la que Dios le ha dotado de un don especial, el galo se sacó dos buenos desmarques que estuvieron cerca de callar a la ruidosa afición del Olympique. La primera se le marchó fuera por poco en un intento de chilena, mientras que en la segunda erró con la izquierda cuando Mandanda había decidido oler el pasto del Bernabéu con antelación.

UN TERCER TANTO PARA ENMARCAR

A falta de juego, el siempre puede tirar de pegada. Los blancos son como ese acaparador de trajes, que cuando engorda tiene otro en el armario. Aunque siempre hay uno de marca que te salva de cualquier apuro. En el Madrid ese porte lo tiene Ronaldo. El luso fue capaz de atrapar un patadón de Pepe para hacerle una sotana a Mandanda cuando éste esperaba un balón aéreo. El Madrid abrió la lata y se desmelenó.

Con Ronaldo como jefazo, el Madrid firmó una serie de minutos brillantes que dieron con dos goles más en la red de los galos. Una galopada de Cristiano, en la que fue tumbando defensores fue frenada brutalmente por Diawara dentro área. Tan bruta su patada por su acción. Penalti y segunda tarjeta. Expulsión por tanto. El Madrid encontró el cielo. Allí fue, precisamente, dónde dedicó Kaká la transformación de la pena máxima. El Bernabéu respiraba y, por primera vez, cantaba de verdad.

La máxima expresión del fútbol que vivió el Madrid en su momento on fire se produjo con el tercer tanto de los de Pellegrini. Un serie de sobeteos de balón entre Guti, Benzema, Ramos, de nuevo Benzema, Kaká y, finalmente, Ronaldo fue lo mejor de la noche. Un meneito, que dirían en Sudamérica. Ronaldo firmaba el segundo de la noche e hizo vivir al Bernabéu su clímax futbolístico. Fue una pasada.

A partir de ahí, el Madrid bailó a los franceses. El chotis, el agarrado, el merengue, la salsa o la sardana. De todos los colores y sabor. Aunque para mal sabor la retirada forzada de Ronaldo. Se sentó en el suelo y dijo basta. El Bernabéu enmudeció. La iluminación se vino abajo. La respiración era inapreciable. El silencio se rompió cuando la gente agitó las manos para aplaudir al héroe de la noche y de la temporada con la esperanza de que no fuera nada serio. Una seriedad que sí mostró el equipo, una vez más, durante la segunda parte. La parte que volvió a encumbrar a Ronaldo como el mejor. Probablemente el mismo que le dará la Décima al Madrid.