Junto al precioso mar Mediterráneo, Zinedine Zidane empezó a labrarse como persona entre la inmensa colonia argelina que reside en esta ciudad, que es, con cerca de 900.000 habitantes, la segunda más importante de Francia, y uno de los principales motores económicos del país vecino.
Y fue aquí, sobre el cristalino reflejo del Mediterráneo, donde nació y creció Zinedine Zidane. Y, como todo buen futbolista, lo hizo en un barrio pobre, de clase trabajadora, y junto a toda esa gente Zizou empezó a crecer con los valores de esfuerzo y sacrificio como las máximas más importante en su vida. Fue así como llegó a ser el mejor del mundo. Fue así como fichó por el modesto equipo del Cannes, con el que dio sus primeros pasos como futbolista profesional.
Fue así como después firmó por el Girondins, en el que supuso su primer escaparate de cara a Francia y a Europa. Fue así como fue a Italia, en concreto a la Juventus, donde fue designado Balón de Oro y FIFA World Player. Fue así como se proclamó campeón del Mundo primero y de Europa después con su selección, siendo además el lider de una inolvidable generacíón.
Fue así cuando prometió a Florentino, en una servilleta de papel, que ficharía por el mejor club del mundo, en el que ganaría la Copa de Europa, y se consagraría como uno de los mejores futbolistas que ese club haya tenido jamás. Una clase que no solo se veía en las canchas de fútbol, sino también fuera de ellas. Porque esa educación, esa modestia y esa sinceridad no la ha aprendido en sus días de gloria como futbolista, sino en la Francia profunda, aquella en la que solo con el sudor de tu frente puedes salir adelante.
Hoy, tres años después de su retirada del fútbol, Zidane verá en el aplco del Vélodrome a los dos equipos de su alma: el Real Madrid y el Olympique de Marsella. Es el mejor homenaje que el fútbol podía tener. Porque jugadores como estos hay pocos, y dos clubes de la grandeza de los dos que va a haber esta noche sobre el césped, también.
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