Un trámite más blanco que nunca

Higuaín y Granero hicieron los tantos del triunfo sobre el Mallorca (2-0). Los de Manzano, muy flojos. El Madrid fue sobrio y tiró de oficio para no perdonar sobre la nieve.





Un día de perros que invitaba a entrar lo más tarde posible al estadio le sirvió a Higuaín para marcar uno de esos goles que, a final de la campaña, figuran entre los mejores de la temporada. Apenas 10 minutos de partido y el Madrid ya dominaba en juego y sensación, lo mejor que se le podía pedir.

Volviendo a Higuaín sólo queda decir que este chico se gana a la gente trabajando y hablando sobre el campo. Su mejora desde que llegara a Chamartín ha sido tan evidente como que a Pellegrini no le ha quedado más remedio que otorgarle la titularidad. No por decreto. Sino por trabajo. Su gol entre los brotes de nieve fue para enmarcar. Con la izquierda desde el ángulo derecho. Adiós hielo de la escuadra. Aouate sólo pudo aplaudir y resignarse. No le quedaba otra.

Lesión de Van der Vaart

Lo poco o nada que se esperaba del Mallorca tampoco se dejó ver mucho. Aduriz era un islote adherido a la pareja Albiol-Garay. En el medio, Kaká lo intentaba y Ronaldo se movía sin descanso. La pena fue la lesión de Van der Vaart, que duró poco sobre la hierba. Un desangelado Granero entró sin excesivo apremio. El frío y el calor del banquillo le pudieron en ese momento, aunque más tarde se pudo resarcir.


FICHA TÉCNICA:

2 - Real Madrid: Casillas, Arbeloa, Garay, Albiol, Marcelo, Gago, Xabi Alonso (Guti, m.82), Van der Vaart (Granero, m.21), Kaká (Benzema, m.68); Higuaín y Cristiano

0 - Mallorca: Aouate, Josemi, Rubén, Nunes, Ayoze, Mario, Martí, Borja Valero, Julio Álvarez (Keita, m.57), Chori Castro, Aduriz (Pezzolano, m.76) y Martí (Casadesús, m.82)

Goles: 1-0, m.8: Higuaín. 2-0, m.49: Granero.

Árbitro: David Fernández Borbolán, del Comité Andaluz. Mostró tarjeta amarilla a Keita (m.65), Borja Valero (m.71) y Martí (m.78).

Incidencias: encuentro correspondiente a la decimoséptima jornada de Liga de Primera División disputado en el estadio Santiago Bernabeu ante unos 57.000 espectadores. Antes de iniciarse el encuentro, el secretario de Estado para la Unión Europea en España,Diego López Garrido realizó el saque de honor con motivo de la presidencia europea de España. Se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas de la selección de Togo, asesinadas el viernes en Angola.

Los 160 millones aglutinados entre Kaká y Ronaldo sirvieron para ver una pared entre ambos al más puro estilo fútbol sala. Dos toques en medio metro cuadrado y balón a la grada por poco. Aouate respiró. Idéntica actividad realizó el portero visitante poco después al ver la mirada asesina de Ronaldo cerca del área pequeña. El luso se acomodó, pero a la hora de rematar vio el perdón en su pie derecho.

La consigna tras el descanso era correr o morir. El césped se fue haciendo cada vez más claro, lo mismo que intentaba el Madrid con el juego. Granero e Higuaín se tomaron a raja tabla las confesiones de la caseta y salieron a finiquitar un partido cómodo pero con peligro de trampa. Una caída a banda del argentino acabó con la pelota en el segundo palo donde el pirata hacía el segundo con la de madera.

Plácido final

La emoción del partido, si es que en algún momento la hubo, murió en ese momento.  Dependía del Madrid hacer más sangre y demostrar el nivel de la Liga machacando al cuarto clasificado o resguardarse del frío a base de tener el balón. Optó por lo segundo. Con un Mallorca sin tino ni fuerza, el Madrid se enfrascó en la batalla por no tener más lesiones.  El mínimo calor lo ponía la bandera del asistente del ataque blanco, que encendió tímidamente las  gargantas de una afición necesitada de algún tipo de motivación.

El siempre voraz Ronaldo lo intentaba, pero no era su día. Un par de remates claros se le marcharon arriba, como si su tino estuviera un par de metros por encima de lo habitual. El Mallorca se libró de una goleada mayor, pues acabó haciendo aguas o, mejor dicho, nieves. Ya lo advertíamos en la previa señalando que los de Manzano no pasaban de ser un equipo aseado, facultad que demostraron pasando sin pena ni gloria por Chamartín. Entre el frío, la ausencia de rival y la nieve, sólo queda decir aquello de adiós blanca Navidad.