El Madrid pasó por encima del Sevilla y le goleó sin piedad

Si hay algo que no se le puede echar en cara a este Real Madrid es su coraje. Coraje por no dar por perdida todavía una Liga imposible, coraje por mostrar que cuando quiere jugar sabe jugar, coraje en enseñar que al fútbol se puede jugar de muchas formas, brillante y resultadista o sólo resultadista. El equipo de Mourinho se puso el disfraz de Santander, Bilbao y Valencia. El de las salidas en las que ligó. Donde se fue feliz a casa y felicitado por propios y extraños.

Ya desde el inicio se vio que el Madrid no fue a Sevilla precisamente para ver la Feria. Con ese ataque mortal formado por Kaká, Özil, Cristiano y Benzema el equipo de Mourinho fue un ciclón. Los bailes y los taconazos propios de estas fechas en territorio andaluz tenía copyright merengue. Si Cristiano se daba un autopase, Kaká se inventaba un regate por la espalda y Özil replicaba con un control de fotografía. Así se las gastaban los blancos mientras el gol no llegaba. Benzema fue el primero en avisar con un golpeo seco que sólo pudo frenar Javi Varas arrojándose al suelo.  

Las sensaciones eran contrapuestas. Mientras el Sevilla venía de la obra, oliendo mal y con alientazo mañanero, el Madrid vestía impecable y usaba la mejor de las colonias. No fue, sin embargo, en una jugada trenzada como se abrió el marcador. Fue en un saque de esquina que Ramos cabeceó con más fuerza que con la que lo celebró. Era su primer gol en la que fue su casa y se encontró con el dilema de la alegría exterior o sólo la interior. Optó por la segunda aunque con conato final hacia la primera. Ahí bajó la persiana el Sevilla. Y lo hizo porque el Madrid jugaba a placer. Sólo necesitaba pegar el martillazo en la puerta local por segunda vez. Y lo hizo. Cristiano amagó primero con un cabezazo que sólo la madera se negó a dar como gol aunque, poco después, el luso besó las redes haciendo diana a lo pim pam pum tras una gran dejada de cabeza de Pepe. Hasta el abrazo de la celebración era de superioridad.

La fiesta del Madrid era sobria. Con Xabi Alonso utilizando el semáforo para dirigir el tráfico a su antojo, el Sevilla no olía ni el balón ni el área de Casillas. Era ley de vida que el Madrid siguiera engordando el marcador. Así lo vaticinaba el traje de ‘ligue’ con el que salió. Fue Kaká el que dibujó esa figura de cisne desde la frontal para colocar el balón donde ni Javi Varas ni el mismísimo spiderman hubieran llegado. El olor a goleada estaba presenta en el Pizjuán y la súplica de la gente que llenaba el Pizjuán era que el Madrid se echara la siesta. O que se fuera a la Feria a darse un garbeo. Cualquier opción para no encajar una goleada de escándalo, algo que fue inevitable.

Y eso que el Madrid quitó la quinta de marcha de su motor en buena parte de la segunda mitad. No había necesidad de forzar y, aún así, los goles fueron cayendo uno tras otro en la portería de Javi Varas con el sello made in Portugal, es decir, de Cristiano Ronaldo. Primero Negredo intentó dotar de suspense a la película con un gol de buen delantero. Fue un mero espejismo en el oasis en el que estaba envuelto el Sevilla.

Un intervalo de 10 minutos dentro de un partido puede tener muchas referencias o ninguna. Depende de quien lo explote. Si el que se pone el traje de protagonista es Cristiano, el éxtasis puede llegar en ese tiempo. Cualquier parpadeo y perderse lo mejor de la noche es posible. Exactamente fueron 600 segundos, los transcurridos entre el minuto 65 y el 75, los que necesitó Cristiano para firmar un hat trick que, unido al tanto que había logrado en la primera parte, le valió para conquistar el póker de la noche. Primero resolvió ante Varas una asistencia involuntaria de Negredo que le dejó frente al portero sevillista, posteriormente hizo bueno un magistral pase al hueco de Özil y, para finiquitar su faena, machacó la red tras una asistencia milimétrica de Benzema. Tres disparos, tres goles. Sentencia y goleada a lo Rafa Nadal.

Cristiano volvía a atrapar el pichichi de la competición gracias a su póker, y más que pudo haber agrandado la brecha con Messi de haber estado algo más acertado en un par de lanzamientos que se le marcharon cerca de la portería. Podía haber sido una noche histórica para él con cinco o seis goles en su mochila personal. Precisamente como eso, como si fuera su mochila, agarró Negredo a Arbeloa en un salto para cerrar el partido. Un 2-6 para el Madrid que le vale a Mourinho para que el Barça no celebre la Liga en casa ante otro de sus eternos rivales, el Espanyol. Seguro que es un mínimo consuelo. El mayor se lo llevó Cristiano. Posiblemente la Copa no será su único trofeo esta temporada.