La temporada pasada comenzó de una manera un tanto irregular para el conjunto blanco. Los de Mourinho cosecharon un paupérrimo empate sin goles en el Iberostar, feudo mallorquinista, lo que hacía presagiar un desenlace fatal en el campeonato liguero.
La competición más exigente del mundo no ofrece lugar a relajamientos de ninguna índole. Mourinho sabe que el primer paso para cambiar la historia del pasado, es comenzar con paso firme en la competición doméstica. En la pasada Supercopa, los blancos demostraron que en un enfrentamiento directo son capaces de tutear sin complejos al Barcelona. Sin embargo, en la entidad blanca son conscientes de que cualquier tropiezo ante un rival de menor caché se puede pagar caro, en un torneo en el que la regularidad es el factor que más impera.
Siempre se ha dicho que la Liga se gana en los campos más humildes y el Real Madrid tiene la ocasión en La Romareda de comenzar a forjar lo que puede ser una temporada cargada de éxitos. La clave para no perder la estela del cetro liguero está en no conceder facilidad alguna.
El vestuario blanco está concienciado de la relevancia de comenzar ganando, máxime teniendo en cuenta el parón liguero que se avecina, debido a los compromisos internacionales. El Real Madrid quiere disipar cualquier tipo de duda cuanto antes y advertir a su máximo rival de que lo exhibido en la pretemporada no ha sido un espejismo.
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