Que a Mourinho le hubieran otorgado este premio hubiera sido lo más lógico y sensato. A saber: entrenó e hizo campeón de la Liga LFP al Real Madrid. Comandó al equipo que por primera vez en la historia de la LFP hizo 100 puntos a la finalización del torneo. Dirigió un arsenal ofensivo sin parangón, 121 goles anotó el Real Madrid el pasado curso, récord absoluto en la historia de la LFP ¿No son todos estos méritos suficientes para que Mourinho hubiera sido considerado el mejor entrenador de la Liga? Parece que a criterio de la LFP no. Prefirieron coronar a un Guardiola, que perdió el título ante el Real Madrid, y que pegó la espantada a final de curso. Un criterio, desde luego, curioso a la par que polémico.
Bien es cierto que a Mourinho no le va a quitar el sueño no haber ganado este trofeo individual. De hecho, el portugués siempre que ha ganado algo a título personal lo ha compartido con el grupo al que ha entrenado. Sin embargo, este vacío tan descarado que la LFP le ha hecho al entrenador blanco y al propio Real Madrid no hace sino demostrar que los organismos que cortan el bacalao en el fútbol español no son precisamente madridistas de cuna. Se les ve el plumero. Y hasta el color del mismo.
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