Haislip rescató al Unicaja para llevarle a la final





La peculiaridad de la Copa desdobla las caras del deporte entre extremos. El término medio apenas surge en los sentimientos, los juicios y las opiniones. Pocos equipos cuentan con el beneplácito de salir bien parados de puertas hacia afuera en caso de que el marcador les regale el billete de vuelta a casa. Perder significa decepcionar una pasión desbordante de muchos corazones que, en el dolor, jamás encuentran un sitio para la reflexión serena.

Desde ese riesgo, inherente a un mundo en el que una fracción de segundo establece la diferencia entre el bien y el mal, entre el éxito y el fracaso, con demasiada facilidad, la mano negra del desapego ajeno cernía una alargada mano sobre el Unicaja que los colegiales, incluidos en el torneo por mor de los privilegios del anfitrión, ya habían arrugado gracias a la sorpresa frente al DKV Joventut en los cuartos.

Todo lo que viniera a partir de ahí, siempre y cuando entrase dentro de lo razonable o no representase un bofetón humillante, valía para cubrir el expediente colegial. Al Unicaja, sin embargo, sólo le servía el pase para medirse al Tau Vitoria en la final (18.30; TVE) como antídoto para los juicios resultadistas al margen de lo que pudiera encontrarse enfrente.

Nadie había osado señalar a los madrileños en ningún pronóstico con claridad. Sólo entre los bastidores de quiénes conocen las entrañas de un deporte asociado con la magia, que es sinónimo de lo imposible y de la sorpresa como disfraces de la determinación y del carácter irreverente, de la valentía y de la honradez deportiva, surgía el nombre del equipo con peor clasificación en la Liga de todo el torneo.


Lo que distingue a los ganadores de los mediocres es la ambición constante. Fernando Martín, Pau Gasol, José Vicente Hernández, el Joventut, el Estudiantes, el Real Madrid, el Tau, las selecciones masculina y femenina... Todos, junto con otro buen puñado de glorias de la canasta española, han forjado la denominación de origen que hoy adorna el buen nombre de la canasta patria dentro y fuera.

El Estudiantes atesora una parte importantísima de tan ingente labor, de días, meses, años, tinieblas, luces y mucho sufrimiento que han colocado a España, a sus clubes, a sus equipos nacionales y a los aficionados rojigualdos en la vanguardia del baloncesto del siglo XXI.

VENTAJAS ESTUDIANTILES

En esa raíz filosófica fundamentaron los hombres del Ramiro de Maeztu la aparentemente incoherente paradoja de liderar el marcador al final del primer tiempo (43-41) contra un rival que, de acuerdo al método cartesiano, mejor había ejecutado el trabajo (la valoración malagueña superaba con un buen margen a la estudiantil al llegar al intervalo -37 por 48-).

Sin embargo, las cifras también pueden ocultar la cruda verdad. La calificación andaluza primaba porque el Unicaja firmó once tiros libres en trece intentos antes de la tregua. Los madrileños sólo habían aprovechado tres de sus siete visitas a la línea de personal. En lo demás, el partido respondia a los planes que ellos habían trazado para abrir la puerta de la final.

Plan ejecutado con precisión quirúrgica en lo tocante a la defensa sobre el estadounidense Marcus Haislip, el matador oficial del tinglado andaluz (dos puntos en treinta minutos). La reducción del norteamericano latía en el origen de los problemas del Unicaja, enrollado de nuevo en la tela de araña psicológica y táctica que los anfitriones tejieron para sobrevivir al influyente tercer cuarto gracias a diez puntos seguidos del estadounidense Corey Brewer.

La presión pesó mucho en el penúltimo tramo (12-10 de parcial), salvo a Brewer. El base cocinó el 55-51 que figuraba en la salida del cuarto final a fuego lento. Como los buenos guisos. Así que, pese a los primeros retazos de Haislip, el marcador seguía predicando la candidatura colegial cuando Iker Iturbe, impagable en todo lo que hizo cuando levantó las posaderas del banquillo, anotaba el quinto triple en siete intentos (66-67 M.37).

HAISLIP, A ESCENA

El vitoriano, además, bregaba con Haislip en defensa. El checo Martin Rancik le había sacado del choque y el ala-pívot se le encontró en plena efervescencia, deseoso de sacarse la espina de no haber podido hacer más por los suyos en toda la noche. Haislip reventó, en el mejor sentido del término y, a falta de 1.13 minutos -cuando la estadística ya le atribuía trece tantos al yanqui-, ejercía de juez (68-73).

Iturbe, que también se las veía cara a cara en ataque con el estadounidense, sacó otro bombazo vivificante (71-73 a menos de cuarenta segundos para el final) y toda la lucha, toda la entrega, toda la honorabilidad derrochada desde ambos lados de la cancha durante toda la eliminatoria, pasó a manos de Berni Rodríguez: el internacional español fulminó el aro colegial desde el arco (quedaban veintisiete segundos) y el Unicaja cogió el tren para medirse al Tau en la final.

- Ficha técnica:

71 - MMT Estudiantes (23 20 12 16): Brewer (13), Udrih (5), Suárez (4), Rancik (7), Wideman (2) -cinco inicial-, Popovic (13), Jasen (9), Granger (-), Iturbe (18) y Junyent (-).

78 - Unicaja (23 18 10 27): Cook (5), Rodríguez (11), Haislip (15), Jiménez (3), Archibald (17) -cinco inicial-, Kelati (5), Gomis (8), Gabriel (2), Welsch (7) y N'dong (5).

Árbitros: De la Maza, Martín Bertrán y Pérez. Sin eliminados.

Incidencias: encuentro correspondiente a las eliminatorias de cuartos de final de la 73 edición de la Copa del Rey disputado en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid ante unos 11.000 espectadores.