Reportaje exclusivo de Defensa Central: pasamos la noche en Shanghai junto a seguidores chinos siguiendo el Madrid-Barça

Shanghai vivió su particular clásico entre madridistas y azulgranas y allí estuvo presente Defensa Central. Cristiano Ronaldo es el jugador madridista más admirado en tierras chinas





El conocimiento de los equipos de fútbol y de los jugadores fuera de China se reduce a los ganadores de la Liga de Campeones, de la Copa del Mundo y a los que han realizado alguna beneficiosa gira por el país. De esta manera, la selección española, el Real Madrid de Cristiano Ronaldo y el Barça de Messi son los favoritos.  La diferencia horaria juega un papel clave a la hora de ver los partidos en China. En ese sentido, los equipos ingleses llevan ventaja a los españoles. Por este motivo, a pesar de no haber ganado Inglaterra un mundial recientemente, ni una Liga de Campeones un equipo inglés, Manchester United, Chelsea, Liverpool y Arsenal gozan de la simpatía de los chinos. Hay que ser un gran amante del balón pie para levantarse de madrugada y ver un partido de fútbol de la Liga Española.

En los mercados de falsificaciones de la ciudad de Shanghai, una de las ciudades más importantes del mundo, lucen las camisetas de los conjuntos y selecciones nacionales más laureadas.  Los extranjeros  aprovechan la ocasión para hacerse con la elástica de su equipo por 60 RMB (algo más de 7 Euros). Sin embargo, los chinos prefieren ir a las tiendas oficiales y pagar una cantidad mucho  más elevada. 

Gracias a la nuevas tecnologías se puede seguir, vivir y sentir desde la distancia el clásico por antonomasia del deporte rey. La radio por Internet y páginas web como Roja Directa hacen un poco más fácil la estancia en la ciudad china a los amantes del fútbol. Con dos días de antelación La Casa de España en Shanghai citó a la comunidad española vía correo electrónico para ver todos juntos el partido de ida de la semifinal de la Champions entre el Real Madrid y el F.C. Barcelona.  Una vez más, el Bar Van Gogh fue el lugar escogido.

Despertarse en mitad de la noche es el precio que hay que pagar para ver y sufrir un partido de tu equipo en Shanghai. Medio aturdido, algo despistado y desubicado, el aficionado se pregunta dónde está y qué hora es.  Desde la ventana de uno de los miles de edificios de apartamentos que copan la ciudad apenas se ven luces encendidas. El portero del compound dormita en la garita que custodia la entrada al garaje y se frota los ojos al ver a un par de extranjeros salir en mitad de la noche vestidos con unas llamativas camisetas. No hay problema a la hora de tomar un taxi. El trayecto se convierte en un pretexto para disfrutar una imagen de la ciudad insólita. Desierta, tranquila, silenciosa. Se extraña oír en la radio a los periodistas narrar los prolegómenos del partido. El taxímetro avanza hasta que por fin se llega al destino.  


Son las 02.15 de la madrugada del miércoles 27 de abril. Desde el exterior del bar se percibe un ambiente tranquilo en el Van Gogh. Pequeños grupos de chinos y de extranjeros consumen sus bebidas ajenos a la cita que tendrá lugar en media hora. El establecimiento está regentado por Leonardo, un mexicano que vivió algunos años en Barcelona y que reconoce su afición por el equipo más próximo al mar, el Barça.  Todo está preparado para ver el partido. Las butacas y las mesas están orientadas enfrente de cada unas de las pantallas que hay repartidas por la sala. De manera salpicada van entrando grupos de  aficionados compuestos por españoles y chinos que se disponen a presenciar el encuentro. Madrileños, catalanes, valencianos, vascos maños y andaluces, principalmente. La mayoría lo hacen de una manera tranquila, a pesar del cansancio, la tensión va por dentro. Los que han alargado la noche hasta el comienzo del partido llegan más eufóricos. Hay pronósticos de todo tipo, desde un optimista 5-0  hasta un 0-1 después de un aburrido partido.  La CCTV5, el canal chino por excelencia, emite las primeras imágenes del Estadio Santiago Bernabéu. Los osados que se dan citan en el bar anhelan poder estar al otro lado del televisor. La sangría de la casa reduce la distancia que separa Shanghai de España. A las marcas de cervezas mundialmente conocidas se añaden las locales Tsingtao y Harbin Beer.

Los parroquianos toman asiento. Los del Madrid al frente, los del Barça en la retaguardia y los chinos en el medio. El ambiente es festivo y amigable. Como ocurre en el Bernabéu, el bar se va animando poco a poco con sucesivos cánticos de uno y otro bando. Los camareros chinos no terminan de entender lo que ocurre. Es la tercera vez que se da cita un grupo de “laowei” (extranjero en chino) en una semana en el bar para ver jugar un partido de fútbol a altas horas de la madrugada de un día entre semana.    

Sólo al final de los primeros cuarenta y cinco minutos los asistentes se animan un poco y se levantan de sus asientos para exclamar “¡Uyyy!”. Al descanso, unos piden más cerveza, otros aprovechan para echar una cabezadita, se comenta el partido en pequeños corros, pero nadie degusta un buen bocata de tortilla o de chorizo ni se escucha la radio de fondo.  Es un buen momento para tomar instantáneas y recordar el momento. Chinos y españoles de los dos equipos se mezclan para dejar una bonita imagen para la posteridad.

Con el primer gol del Barcelona el sector culé despierta y los chinos manifiestan que colores son los que siguen. Las seguidoras orientales confiesan su atracción por Leo Messi, no futbolísticamente hablando.  Mientras tanto, los madridistas aguantan el tipo y piensan “otra vez nos toca jugar con 10”. Desde ese momento, los seguidores del Barça se muestran más confiados y minimizan la reciente pérdida de la Final de la Copa del Rey. Con el pitido final unos se vienen arriba y otros se hunden en su asiento.

Son las 04.30 de la madrugada y está amaneciendo en la ciudad de Shanghai. Ataviados con las camisetas del Madrid y del Barça, con alguna cerveza de más unos, adormecidos otros, los exiliados aficionados abandonan el bar dispuestos a dormir algo antes de ir a trabajar. Deambulando por las calles de camino a sus apartamentos, se cruzan con los mayores chinos que se disponen a realizar sus vespertinos ejercicios de Tai Chi. Curiosa imagen para finalizar el primer asalto hacia la final de Wembley.