Historia del idilio de Francia con el Real Madrid

Defensa Central repasa la 'unión' que ha tenido el club blanco con los futbolistas de nacionalidad francesa.





Al mismo tiempo, la aureola legendaria de la entidad de Chamartín siempre se hizo presente en el vecino país galo, incluso en los tiempos donde el club blanco no reinaba en Europa. Esa admiración y respeto se hizo visible por ejemplo cuando el sorteo europeo de la extinta Copa de la UEFA emparejó a principios de los noventa al Real Madrid por primera vez con el París Saint Germain entrenado por Artur Jorge, que contaba en sus filas con jugadores tan determinantes como Ginola, Weah o Valdo. El entrenador luso, según manifestó tiempo después, tuvo que levantar el ánimo de sus jugadores tras conocer el emparejamiento porque éstos veían inevitable que la competición para ellos llegaba a su fin.

Raphaël Varane es el último jugador galo que ha recalado en el Real Madrid y teniendo en cuenta sus actuaciones en los últimos partidos parece destinado a dejar huella en la Casa Blanca, agrandando la relación especial que siempre tuvo Francia con la entidad de Concha Espina. Recaló en el club en 2011 de la mano de Zidane, el jugador francés más destacado de la historia del Madrid, y está temporada se ha hecho un sitio en la zaga blanca sentando nada menos que a Pepe en el banquillo. Actualmente junto a Karim Benzema, son los valedores del fútbol galo en el club blanco

Varane representa al decimosexto francés que juega en el Madrid, cerrando una lista de nombres de la que sobresalen tres jugadores, cuyas actuaciones contribuyeron notablemente a abrillantar, más si cabe, la historia blanca. Éstos no son otros que René Petit, Raymond Kopa y Zinedine Zidane.

'René' Petit de Ory arribó a la entidad en 1915, un año después de hacerlo su hermano Juan José. El francés sólo estuvo tres años en Madrid, el resto de su carrera deportiva transcurrió prácticamente en el Real Racing de Irún, espacio de tiempo suficiente para marcar trece goles en los 29 partidos que disputó y que bastaron a su equipo para levantar una Copa de España y dos campeonatos regionales.


A pesar de la corta estancia en el plantel merengue, el deportista dejó tanta huella entre los aficionados que décadas más tarde recibió la insignia de oro y brillantes del club. René Petit, aseguraban sus contemporáneos, fue uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol, al punto de que Don Pedro Escartín llegó a situarle en importancia al mismo nivel que Alfredo Di Stéfano. Todos los críticos del momento coincidían en señalar que Petit fue un jugador excepcional que se adaptaba a todos los puestos con asombrosa eficiencia y al que llegaron a calificarle como "maestro de maestros".

Según declaró en una entrevista concedida al diario ABC en los años ochenta, Petit se definía como un jugador superdotado físicamente. "Mi gran capacidad física me facilitaba sobresalir más que otros", resaltaba. Para poder desplegar todo su juego en el Madrid jugaba de medio centro, demarcación donde se encontraba más a gusto. "Recorría todo el campo como si fuera un corredor de fondo, destacaba en el pase, y tenía buen disparo aunque no era muy goleador", indicaba.

El primer francés que vistió la camisola blanca fue Pedro Parages Diego-Madrazo, que fue jugador blanco entre los años 1902 y 1909. Este madrileño que tenía nacionalidad francesa debido al origen de sus padres conquistaría con el club cuatro Copas de España y otros tantos Campeonatos Regionales de Madrid. Finalizada su etapa como jugador, entrenó al club blanco y desde 1916 presidiría la entidad por espacio de diez años. Don Santiago Bernabéu que le conoció personalmente llegó a referirse al hispano francés como "la gran figura fundacional del Real Madrid". En la primigenia etapa del club también participó otro francés, Enrique Normand Faurie, exclusivamente como jugador del primer equipo.

A principios de los años cincuenta dos franceses, Jean Luciano Durando y Louis Hon, llegaron de la mano al Real Madrid pero ninguno de los dos demostró lo suficiente como para triunfar con rotundidad en el club.

El fino estilista Raymond Kopa se incorporó al Real Madrid en agosto de 1956 proveniente del Stade Reims cuando el equipo blanco empezaba a forjar su reinado en Europa, un dominio al que el francés colaboró activamente para que continuase durante tres años más, formando parte de una de las delanteras más excelsas del fútbol mundial junto a Di Stéfano, Gento, Rial y Mateos.

Nacido Raymond Kopazsewski, era hijo de emigrantes polacos. Su padre trabajaba en las minas de carbón, profesión a la que se dedicó Raymond desde la adolescencia y que fue forzado a abandonar tras sufrir un accidente por el que le tuvieron que amputar el dedo meñique de la mano izquierda. A raíz de este percance su vida, desde entonces, estuvo encauzada exclusivamente hacia el fútbol.

"Su regate en corto y su inteligencia futbolística fueron sus mejores virtudes. Si a todo esto se suma su capacidad para poder jugar en distintas posiciones, siempre ofensivas, a nadie extraña que Kopa otorgara al Madrid una capacidad goleadora impresionante", señalaron fuentes de la entidad blanca para resaltar sus virtudes en el campo de juego.

Estuvo en la platilla del Real Madrid desde 1956 a 1959, colaborando, a veces de manera determinante, para que los blancos consiguieran dos Ligas y tres Copas de Europa. Conocido como el 'minero polaco' y el 'Napoleón del fútbol' -apodo este último otorgado por el periodista inglés Desmond Hackett, a consecuencia de su corta estatura y su gran presencia en el campo-, en el Madrid estuvo obligado a jugar en una posición distinta a la suya, de extremo derecha, ya que Di Stéfano era el delantero centro.

Kopa es un jugador de leyenda como atestigua haber sido el primer jugador de fútbol distinguido con La Legión de Honor francesa, tener el Balón de Oro por ser considerado el mejor jugador de Europa en 1958 y ser nombrado el tercer mejor jugador francés del siglo XX  por la revista France Football.

El siguiente francés que jugó en la plantilla blanca fue el defensa Lucien Müller que logró con su equipo ganar cuatro ligas a principios de los años 60, exactamente las mismas temporadas que estuvo en el club blanco. Punto y aparte de la aportación gala al Madrid que no volvió a producirse hasta el crepúsculo de siglo anterior, gracias a la incorporación al club de Christian Karembeu y Nicolás Anelka. Los dos franceses tuvieron actuaciones puntuales decisivas para que los blancos llegaran a las finales de la séptima y la octava Copa de Europa conquistadas por club, pero en perspectiva, la trayectoria de los dos galos en el Madrid fue más bien discreta

El francés que más encandiló a la parroquia merengue fue el marsellés de ascendencia argelina Zinedine Zidane. Llegó al club blanco en la temporada 2001-02 proveniente de la Juventus de Turín avalado con la vitola de ser el mejor jugador del mundo, condición sobradamente reivindicada en su trayectoria en el Real Madrid, pese a pasar por algunas etapas irregulares, especialmente al principio de su estancia en Chamartín. En la retina de todos los aficionados merengues está guardada el gol de bolea que ratificó la victoria blanca al Bayer Leverkusen en la final de la Liga de Campeones celebrada en el 2002. Precisamente ésa es la fecha de la última 'orejuda' ganada por los merengues, el principal trofeo responsable de la grandeza del club.

La calidad del jugador está contrastada por todos los aficionados que le vieron jugar,  que son conscientes de que Zidane demostró poseer muchas más virtudes en el terreno de juego. Era un jugador con un control deslumbrante de la pelota; destilaba elegancia en cada movimiento; con una capacidad de orientación increíble; maestría en el regate corto, en especial sus famosas ruletas; y por si fuera poco, poseía un buen disparo y una excelente visión de juego.

El astro francés estuvo cinco temporadas en el Real Madrid, desde 2001 hasta 2006, y marcó cincuenta goles en los 223 partidos que disputó, logrando que el Madrid se alzase con una Liga de Campeones, una Liga española, una Copa Intercontinental, dos Supercopas de España y una Supercopa de Europa. En su etapa madridista, asimismo, recibió el Balón de Oro por ser considerado el mejor jugador de Europa en 2002.

Claude Makelele tuvo un papel destacado en las tres temporadas que pasó en el club blanco. Lassana Diarra estuvo mucho más intermitente y Julien Faubert no demostró la suficiente calidad como para jugar en el club blanco. Tres nombres que completan la aportación francesa al equipo más laureado de Europa, situación que no terminará ya que, con toda probabilidad, seguirá indefinidamente existiendo una cantera que nutra al Real Madrid justo al otro lado de los Pirineos.