Y no lo decimos porque durante su etapa como futbolista diera positivo por consumo de nandrolona, un hecho que desde algunos medios de comunicación se quiere obviar, pero que está ahí. Muchos le han perdonado eso. Incluso estuvo sancionado un año sin poder jugar al fútbol. Pero desde que es entrenador del Barcelona ha adquirido una reticencia a no acudir a los actos públicos y a atender personalmente a los distintos medios de comunicación que le está provocando ganarse la animadversión de muchos sectores de la afición española.
La última grosería de Guardiola ha tenido lugar este lunes, cuando ha declinado la invitación del Consejo Superior de Deportes para recoger personalmente la Medalla de Oro al Mérito Deportivo entregada por este organismo. Un plantón no sólo a los deportistas más representativos del panorama español, sino también a algunas de las personalidades más importantes de nuestro país, como la infanta Doña Elena, o el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky.
Llama la atención que Pep Guardiola, que es conocido por todos un obsesivo del orden, sea tan exigente con sus jugadores en este sentido, y en cambio, cuando le toca representar al Barcelona en algún acto oficial, se haga el loco y decida no acudir sin ni siquiera dar explicaciones. Si al final va a tener razón Mino Raiola, representante de Ibrahimovic, al afirmar que el técnico del Barça necesita ir a un hospital mental...
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