El 'poder' del Barcelona en RFEF y UEFA triunfa en España y Europa

Los arbitrajes a favor de los catalanes son de vergüenza. El Madrid lo sufrió en sus carnes el miércoles.





Los señores Villar y Platini se han encargado de ponerle la alfombra roja al equipo catalán de una forma exageradamente descarada. Los arbitrajes que partido tras partido disfruta el Barcelona son cada vez más bochornosos. El amigo Stark rizó el rizo echando a Pepe y a Mourinho como si no hubiera pasado nada. Para él, es obvio, nunca pasará nada. Si acaso alguna semanita en agosto en las playas de nuestras costas españolas en Cataluña. Poco más. Sin embargo, este trencilla es uno más de los que se suben al carro de la tiranía de este deporte llamado fútbol.

¿Por qué Massimo Busacca? El trencilla meón hizo el trabajo sucio en el Barcelona-Arsenal de octavos de final. Cuando mejor estaban los ingleses y, por ende, cuando más sufrían los catalanes, éste se sacó de la manga la expulsión de Van Persie por golpear un balón a la portería después de haber pitado ¿En qué gran partido pasa esto? Efectivamente, en el que juega el Barcelona.

¿Por qué Frank de Bleeckere? El árbitro belga era el encargado de llevar al Barcelona a la final de Champions en el Bernabéu. El tipo lo intentó de todas las formas posibles. Se dejó engatusar por la obra teatral de Busquets en una jugada con Motta y se cargó al interista dejando a los de Mourinho con 10. Sólo le faltó rematar a la portería contraria. No lo consiguió a pesar de todos sus empeños. Él cumplió pero el Barça no. Un palmo de narices por barba.


¿Por qué Ovrebo? Hablar de este mítico colegiado noruego es hacerlo del robo más escandaloso de la historia del fútbol mundial. Hasta cuatro penaltis, a cual más flagrante, dejó de señalar a favor del Chelsea ante el Barcelona en el choque de semifinales de hace un par de temporadas. Nunca se había visto algo similar sobre un campo de fútbol y, curiosamente, fue de nuevo el Barcelona el beneficiado.

La lista de colegiados intoxicados comienza a ser tan enorme que la tala de árboles sería más indiscriminada si cabe para hacer el papel con el que constatar sus nombres y apellidos. En Europa hemos llegado al despelote porque hablar de los trencillas en España es hacerlo de los cueros más cañís de las películas de Pajares y Esteso. Mourinho está solo en esta guerra. Nada ni nadie lo va a poder evitar. El Barcelona, como se dice, es más que un club. Efectivamente. Un club que permite que se manche su historia riéndose del resto de clubes a los que gana con actuaciones deleznables de colegiados patéticos. Como diría Mourinho, ¡qué asco de mundo del futbol!