¡¡Que le besen, que le besen!!

El penoso arbitraje del holandés Kuipers machacó al Milán y benefició, una vez más, a los catalanes a los que dio dos penaltis cuando peor lo estaban pasando.





Suele decirse que en Europa es muy difícil que piten un penalti porque los árbitros son más rigurosos a la hora de mojarse. No es el caso de los partidos del Barcelona. Para ellos hay carta blanca a la hora de recibir señalizaciones de penaltis a favor. El tal Kuipers le pitó dos penaltis made in Barcelona al equipo de Guardiola cuando el partido estaba apretado. El primero de ellos con 0-0 y el segundo con 1-1. Vamos, que si lo hace adrede no le sale. O igual sí que lo hizo adrede y por eso le salió.

Decía Paramés, portavoz de Mourinho, en Twitter en el descanso del partido que después de ver este arbitraje ya teníamos ganador de la Champions. Menos mal que la gente se empieza a dar cuenta de lo que venimos denunciando en DC desde hace años: las ayudas arbitrales al Barcelona son tan escandalosas que dan vergüenza. Lo gracioso es que todavía dicen que los penaltis son evidentes y que si lo son hay que pitarlos. La definición perfecta de falta de vergüenza. El Milán hacía lo que podía y lo que le dejaba el amigo Kuipers, al que su forma de pitar empezaba a hacer sospechar si no era Cruyff el que manejaba el pito.

Es evidente que para ganar a este Barcelona hay que tener asumido que te enfrentas a 12 jugadores. El árbitro es un elemento importante, incluso decisivo como se demostró en el Camp Nou, y éste es patrimonio del equipo culé. Kuipers ya puede pegarse este verano un buen bañito por la costa Brava, es probable que se lleve más de una enhorabuena por su arbitraje en contra del Milán. Menudo escándalo.