El Campo Nuevo hizo lo que mejor sabe: llorar y quejarse

A pesar de tener la Liga ganada





En parte, el comportamiento de jugadores, entrenador y aficionados del Barcelona es entendible. Toda la temporada atracando por los campos de este país llamado España (en Londres también guindaron de lo lindo con total impunidad) y, claro, cuando sale una oveja negra (¿no era Ronaldinho?) en forma de árbitro que, única y exclusivamente, se limita a cumplir con el reglamento y la ley, se monta. Se monta porque los Iturralde, Cantalejo y compañía han bailado al son de Villar, Laporta y compañía a lo largo de toda la temporada, robándole la cartera a cualquiera de los equipos que osaba plantarle cara al Barcelona.

Lo que es especialmente deplorable es la actitud del candidato al Premio Príncipe de Asturias, el ‘señor’ Guardiola. El mismo que pasa de dicho premio. Debe ser que no le gusta. El dandy, simpático e infalible entrenador del Barcelona ha visto como le han venido las cosas rodadas desde el principio, sin embargo, ha demostrado que cuando las cosas estaban igualadas es igual de malencarado, maleducado y quejita que cualquiera. O más, incluso. Ante Bayern y Chelsea la montó. Tuvieron que expulsarle para que se calmara un poquito. Pero ni por esas. Ante Osasuna, el pasado sábado, volvió a pasarse de listo, y volvió a chulearse delante del árbitro que no tuvo más remedio que mandarle a la caseta. Por fin en España alguien se atrevió a plantarle cara al gran Pep. Fue Rubinos Pérez. Eso sí, lo hizo delante de Villar, que se encontraba en el Campo Nuevo para entregarle con la mejor de sus sonrisas el título liguero que tanto se ha tenido que currar con sus queridos árbitros al Barcelona. Rubinos fue valiente y cumplió el reglamento, eso sí, que prepare el abrigo, que la nevera puede hacerle coger un constipado. Ya se sabe que equivocarse en contra del Barcelona, algo que sucede de año en año, tiene penitencia.