"el Madrid el pasado miércoles consagró un estilo sobre otro. Un estilo que ha estado demonizadopor una corriente de pensamiento proveniente de Barcelona"
"Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas". Decía Mark Twain. Una mentira que muchos se han creído todo este tiempo pensando que un porcentaje tenía más solidez que la propia esencia y motivo de existencia de este deporte: los goles. Desde que a un buen hombre se le ocurrió contar los segundos en los que el balón pertenecía a un equipo o al otro y reflejarlo en un porcentaje, algunos convirtieron el criterio de la posesión en un valor absoluto y al mismo nivel -o incluso por encima- del resultado. Así nació el discurso de Guardiola y de todo su séquito, pero afortunadamente los alemanes parecen que saben más que los paniaguados que durante muchos años le han bailado el agua al bueno de Pep. El mismo Beckenbauer le leía la cartilla a su entrenador tras la derrota en el Bernabéu. Ahora dirán que el alemán no sabe de futbol...
Y es que el Madrid el pasado miércoles consagró un estilo sobre otro. Un estilo que ha estado demonizado y vapuleado por una corriente de pensamiento proveniente de Barcelona que se esforzó en hacernos creer que el contraataque, la velocidad, la precisión y la eficacia no podía ser calificado como fútbol de primera, sino como una técnica inferior e impropia de una gran equipo. Esa patraña futbolística que muchos se tragaron sin pestañear ha sido precisamente el estilo que ha conseguido -por ahora- ir por delante del que dicen que es el mejor equipo de Europa.
El propio Guardiola ‘padre e inventor del futbol' según muchos, perdía los papeles en una rueda de prensa que si la hubiese protagonizado cualquier otro entrenador del mundo hubiese sido el hazmerreír de la prensa internacional. Afortunadamente todas las caretas se caen por su propio peso tarde o temprano. Lo vimos con Xavi tras la final de Copa inmerso en su ‘Matrix futbolístico' diciendo que el Barça mereció ganar y que el gol de Bale fue un fallo de ellos, y ahora lo vemos de nuevo con un Guardiola fuera de sitio en sala de prensa despotricando del rival que acababa de ganarle el partido. ¿Por qué ese desprecio y esa superioridad calificando de ‘atletas' a los jugadores del Madrid? ¿Por qué esa soberbia diciendo que los blancos no dieron tres pases seguidos? Lo que ocurre es que Guardiola en este Bayern tan superpoderoso e imbatible no tiene ni la suerte ni los hombres que le sacaban de todos su apuros. Porque el fútbol del infinito toque sólo tiene sentido con hombres determinantes como Messi y con plumazos de suerte como el famoso gol de Iniesta, pero esos tipos no juegan en el Bayern. Por ahora.
El martes en Alemania el Madrid tiene la oportunidad, no solo de estar en una final de Champions y optar a ganar su décima Copa de Europa, sino también de demostrar que el fútbol es un deporte libre, que acepta muchas formas de practicarlo y que aquellos que pretenden imponer la suya repudiando las otras, no solo se equivocan, sino que le faltan al respeto a este sagrado deporte. El pasado miércoles Guardiola se podría haber vuelto a Alemania con la eliminatoria perdida, y eso que el Madrid jugó con el actual Balón de Oro al 50% y Bale con gripe. Lógicamente el Bayern es un equipo fuerte y que merece todos mis respetos, no por lo que ha conseguido Pep, sino por lo que lleva demostrando durante toda la historia de la Champions. Pero no olvidemos que el Real Madrid es el rey de Europa aunque a muchos les escueza. Y estos días parecía que el Bayern venía al Bernabéu como los alemanes que van de vacaciones a Mallorca y en cambio, se fueron con el resultado en contra para casa.
El próximo partido es el partido más importante del Madrid en los últimos años. Con el Barça en la cuneta, en todos los sentidos, deportivos e institucionales, ganando a Guardiola en su casa y accediendo a una final, se mataría a más de un pájaro de un solo disparo. "Fútbol es fútbol" decía Boskov y: "El que más ilusión y ganas tiene de ganar es el que gana". Decía Tito Vilanova. Los dos nos han dejado estos días, uno por la ley de la vida y el otro por los caprichos repugnantes del destino. Aprendamos de ellos, al final es lo único que nos queda.
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