La noche en la que me quedé sin voz





La noche del pasado sábado fue fría. Muy fría. Sin embargo, cuando tu trabajo te obliga a estar tan metido en un partido de la magnitud de un Real Madrid-Sevilla te olvidas de todo y te centras en hacerlo lo mejor posible. Realmente, uno está un poco a expensas de lo que digan o griten los 80.000 que te acompañan en el estadio. Si ellos gritan, tú también tienes que hacerlo para intentar darte a entender pero, además, si el choque se pone tan emocionante como el del pasado sábado, la garganta te va mandando mensajes de S.O.S.

Cuando el Sevilla se puso 0-2 muy pocos creían en la remontada. Yo, realmente, lo pensaba. No me hubiera jugado nada al respecto, pero ver a este Madrid en el campo te demuestra que nada es imposible. Como tampoco es imposible cantar sus goles sin que apenas te llegue la voz para pedir un vaso de agua sin que se piensen que has cogido el mayor de los catarros. Primero Cristiano, luego Ramos y, sobre todo Van der Vaart, sacaron mis últimas gotas de energía procedentes de la garganta. Pese a todo, poco importaba, pues había 11 abajo y 80.000 en las gradas, además de miles de oyentes a través de Defensa Central, que cantaron ese gol como si el de la final de la Champions se tratara. Es lo que tiene el madridismo, que cuando grita es que grita de verdad.

PD: Vaya golazo de Sarabia en Alcalá con el Castilla. Si al final el chaval va a ser bueno y todo...