Özil, la antítesis germana





Mi postura es mucho más sencilla, aunque evoca a tiempos algo pasados, aunque perfectamente recordables para la mayoría. Ozil ha alterado el estilo del fútbol alemán con su sola presencia. Lo hizo en la Selección Sub 21 que lideró para conseguir la Eurocopa de la categoría hace ya dos veranos y repitió, a lo grande y en escenarios de primerísimo impacto mundial, en Sudáfrica 2010, empujón definitivo para reseñar todo lo que ya se preveía en él. Hasta su llegada, Alemania casi siempre defendió un patrón básico en su juego, el físico, la insistencia, el poder de su juego aéreo y la gran pegada de los mejores rematadores de la historia del fútbol. Sólo conozco un jugador que produjera en mí la sensación de transformación sobre el guión básico del jugador germano (tosco, potente y experimentado), un tal Mehmet Scholl. Él en los noventa y Ozil ahora (jugadores fetiche para quien escribe) son la antítesis del fútbol alemán. ¡Bendita transformación!

Y es que este hincha reconocido del Schalke (Mesut nació en Gelsenkirchen pese a que sus padres son turcos), emanó la influencia del gigante del Rhin desde su infancia, con lo que el sueño de vestirse de azulón ante la afición minera fue su objetivo adolescente. Lo consiguió muy joven, debutó en la Bundesliga como estrella del equipo juvenil y siempre dejó destellos del talento que poseía pero nunca se acopló al cruce de estilos respecto a su equipo. Ozil es técnico, jugador de toque, de asistencia y desequilibrios por descaro y ejecución rápida, justo lo contrario del Schalke, tremendamente físico y directo en sus ataques. Esa mezcla evitó que triunfara y cuando en enero de 2008 fue aislado del once azulón, Thomas Schaaf se lo llevó de inmediato a Bremen (pagando 4 millones en el mercado invernal), para intentar explotar todo su potencial. Lo hizo y, menos de tres años después, se lo arrebatan ya como estrella y crack germano en el último Mundial.

Otra cuestión, de opinión y casi debate a cuatro bandas, sería analizar el porqué de su fichaje por el Real Madrid. Hay cientos de hipótesis, rumores y posibilidades, aunque soy de los que creen que, pese a ser un jugador escandalosamente atractivo para cualquier equipo que necesite creatividad e ideas desequilibrantes en ataque, su aventura blanca responde al perfil extra-deportivo. Maicon era el jugador por el que Florentino Pérez iba a pagar la cantidad más alta pero las perspectivas se nublaron, se escapó el fichaje estrella, el mediático y la lesión de Kaká creó mayor duda entre la dirección deportiva. Siendo Marcelo el único lateral izquierdo (a muchos no convence), teniendo cuatro o cinco mediocentros destructores y, desde luego, cuatro mediapuntas o enganches (parece que en el club no confían mucho en la recuperación de Kaká y fichan a su sustituto), se hace difícil pensar que Ozil sea clave para este Real Madrid.

El alemán (octavo en la historia del club) es un jugador diferente, capaz de representar el modelo de jugador revolucionario de la nueva hornada que exige el fútbol actual. Tiene talento, visión de juego única (fue máximo asistente en la Bundesliga), llegada al área y hasta habilidad para driblar en corto, siendo la definición de cara a puerta su único gran problema (de no ser así, sería serio aspirante a Balón de Oro ya mismo). Un icono que cambió el discurso histórico de la selección alemana, que dará continuidad a esa idea para el futuro inmediato y que, desde luego, es capaz de dar un airea mucho más ambicioso y hambriento (este llega sin haber ganado nada al contrario que la gran mayoría de fichajes) que quienes van a competir por un puesto en el once con él. Es Mesut. Es Ozil. El representante del nuevo fútbol germano.