Se avecinan días intensos para un Gareth Bale que apura sus vacaciones antes de ponerse de nuevo la camiseta del Real Madrid...o no. Y es que el futuro del galés sigue estando en el aire, pese a que él es feliz en Madrid, aunque no del todo en el club, donde ha visto como su estatus ha disminuido ostensiblemente.
Con la marca de Zidane es cierto que se le abrió a Bale una oportunidad de volver a reivindicar un puesto en el once de Lopetegui, pero también tiene claro quién es su nuevo entrenador. Todo el mundo sabe que Isco es prácticamente innegociable (en su momento con Zidane la BBC también lo era), de modo que si Cristiano continúa, aparentemente quedarían el propio Bale, Asensio, Lucas y Benzema (si sigue en el equipo) para completar un puesto en el equipo titular que arme Julen. Bale entiende que su caso es una cuestión que no sólo se debe mirar con el ojo de fútbol, sino también de los galones y de lo que no es tanto fútbol.
Bale tiene a su favor su último partido con el Real Madrid, la final de Kiev donde anotó un doblete con un gol para la historia de chilena. Pero también recuerda que anotó otro gol en la final de Lisboa y se dejó la vida en la de Milán, un jugador que en las finales aparece y brilla con luz propia mientras que su peor baza se la dan las lesiones, donde se ha perdido una gran cantidad de partidos por culpa de varias dolencias que le han hecho pasar por quirófano repetidas veces. Bale ya dijo lo que tenía que decir y ahora la pelota la tiene Lopetegui en su tejado.
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