El francés fue determinante cuando Ancelotti cambio la formación y fue con todo en busca de la remontada
La leyenda del Real Madrid suma un nuevo capítulo dorado a su larga historia de gesta, esta vez, señalada entre las más grandes de todos los tiempos. Camavinga fue la pieza que desequilibró el partido cuando todo apuntaba en contra de los blancos y él solo devoró al centro del campo de Guardiola.
Camavinga no estaba frustrado por no formar parte del once inicial. El francés entendía que la recuperación de la santa trinidad de centro del campo madridista, formada por Casemiro, Kroos y Modric, era la opción más clara para que el equipo afrontara el partido más importante de la temporada. Pero el francés sabía que llegaría su momento y cuando tuvo la oportunidad, marcó las diferencias.
Cuando Camavinga entró al campo, el City había logrado ponerse por delante y todo estaba en contra del Real Madrid. Ancelotti apostó por el físico ante que la técnica y decidió remodelar todo el centro del campo, retirando a los tres habituales para dejar solo a Valverde con Camavinga, usando a Asensio de enganche.
Una apuesta arriesgada que salió perfecta gracias a un trabajo memorable del joven francés, que en su primera temporada en el Real Madrid ha tenido un crecimiento exponencial. De la mano de Ancelotti, Camavinga ha pulido los detalles que más se le resistían y ya es una garantía para el centro del campo del Real Madrid.
El City se sentía confía con el marcador en ventaja, pero una vez que los blancos lograron derribar su puerta, las piernas se les pusieron a temblar como si fueran unos novatos. En un arreón que ya es historia, el Madrid se llevó por delante los sueños de Guardiola, con Camavinga como ancla y seguro.
Camavinga aportó el vigor necesario para que el Real Madrid nunca se callera en el partido. Hasta entonces, los blancos habían sufrido mucho en el centro del campo, donde Bernardo Silva estaba siendo el jugador más destacado. El portugués fue una pesadilla para los de Ancelotti y el partido cambió una vez que salió del campo.
Guardiola, confiado que con el 1-0 estaba ya todo resuelto, vendió la piel del oso antes de tiempo y retiró a su jugador más destacado esperando aguantar en los últimos minutos. Pero sin Bernardo Silva, el City no volvió a ser el mismo y Camavinga se los comió con patatas.
El joven francés ha entendido muy rápido lo que significa defender la camiseta del Real Madrid. A pesar de su juventud, no se arruga en los momentos más complicados y cada vez exhibe más seguridad. El diamante está cada vez más pulido.
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