Pellegrini, rumbo a la excelencia

Los resultados y la mejoría en el juego del Real Madrid avalan al chileno





Pellegrini es un hombre confiado en su método. En sus cinco temporadas como entrenador del Villarreal le llevó tiempo construir de la nada, junto a Fernando Roig, un equipo que se codeara con los grandes de Europa. En una entidad tan grande como la madridista, con un potencial tan gigantesco, el chileno sabía que todo era cuestión de tiempo. Sin embargo, el camino hacia los elogios con los que su equipo ha cerrado el año 2009, con unos últimos partidos más que esperanzadores, no ha sido sencillo. Unas veces por la presión propia de una entidad tan relevante como la de Concha Espina, otras por su obcecada creencia en su sitema de trabajo, rotaciones incluidas, han amenazado con dejarle en el camino.

Para comenzar, y como ya es tradición en la 'Casa Blanca', el entrenador llegó al club con una plantilla ya confeccionada. El desembarco de Benzema, Cristiano Ronaldo, Kaká o Xabi Alonso se topó con la necesidad de buscar equipo a gente "prescindible" como Sneijder y Robben, con los que 'el Ingeniero' aseguró contar para la presente temporada. Finalmente, y tras algunos cruces verbales, se consiguió aligerar la plantilla blanca hasta los actuales 24 jugadores. Operación depuración terminada.

Una vez puestos manos a la obra, el sistema de trabajo de Pellegrini basado en las rotaciones de todos los jugadores de la plantilla blanca, buscando una complicidad total entre supuestos titulares y suplentes, no sentó bien en el entorno. Los 'neo galácticos' habían llegado para jugar, no para ver los partidos desde el banquillo. "Lo más importante es ir repartiendo minutos a todos para probar soluciones", se defendía Pellegrini. El entrenador madridista, que sabía que la temporada era demasiado larga como para no contar con todos sus jugadores, terminó de entrar en vereda tras el 'Alcorconazo'. Las lesiones y otras ausencias forzosas (caso de Guti) obligaron al chileno a apostar por un once tipo. Ahora, a punto de alcanzar la mitad del campeonato, muchos madridistas son capaces de recitar de memoria ese "once ideal" que ya auguraba Jorge Valdano.

En ese proceso de (re)organización de la plantilla, Pellegrini padeció la fiebre del entrenador. Sus constantes cambios tácticos no ayudaban a ubicarse en el campo a una plantilla que apenas se conocía fuera de él. El 4-2-4 dio paso a un 4-3-3 finalmente defenestrado por el actual 4-3-1-2. Sus balbuceos iniciales del dibujo del equipo, sólo sostenidos por las incontestables orgías goleadores de los suyos, dejaron paso a un fútbol directo concretado en la eficacia y presión sobre el rival.


EL PESO DE LA TRADICIÓN

Entre medias de tan 'jekyllniana' transformación, a Pellegrini le tocó lidiar con la tradición madridista hecha capitanes. La eterna indolencia de Guti y la dificultad para entrar en el juego de su equipo de Raúl le causaron más de un quebraderon de cabeza para tratar de contentar a veteranos y noveles en un corsé tan estrecho como el de las alineaciones iniciales. Finalmente, la propia 'deserción' del '14' y la juiciosa conciencia del '7' permitieron construir un Real Madrid sin el lastre del pasado. Y para mayor gloria de Pellegrini, no sólo logró desactivar la bomba de relojería de los capitanes sino que poco a poco fue encajando en el equipo a unos jugadores a priori en papeles dae secundarios, es el caso del trabajador Van der Vaart o un revalorizado Higuaín.

En conjunto, un auténtico terreno pantanosos por el que Manuel Pellegrini ha ido sorteando mil y un problemas hasta dar con la hasta ahora clave del fútbol. Sin duda que aún le queda mucho trabajo por delante, pero de seguir esta línea, para marzo "este Madrid será imbatible", como ya adelantó algún gurú del fútbol.