"La gran verdad de Mourinho"

Máximo Bussaca vino a corroborar lo que el técnico portugués viene denunciando día sí y día también.





Recapitulemos. Mourinho, en la rueda de prensa posterior al partido ante el Racing de Santander, y a la pregunta de si cree que el Barcelona pinchará de aquí a que acabe la Liga, respondió con la honestidad que siempre le caracteriza. No solo negó que eso vaya a producirse, sino que denunció una situación de la que los madridistas vienen quejándose en los últimos tiempos: que el Barcelona, cuando le vienen mal dadas, siempre recibe una ayudita por parte del que, teóricamente, tiene que impartir justicia.

Una justicia dictaminada por los que mandan en esto del fútbol español y europeo, Villar y Platini, que aleccionan a todos y cada uno de sus árbitros según sus intereses, y todo aquél que se salga de esos dictados pasará directamente una temporada en la nevera. Y Bussacca, con tal de no quitarse la ‘chapita’ de mejor árbitro UEFA, se columpió de lo lindo en el Camp Nou. Y justo cuando la eliminatoria estaba en peligro para el Barcelona. ¡Qué casualidad, oiga!

Hay quien dice que expulsar a Van Persie por esa acción tan ridícula no es comparable con los cuatro penaltis que el noruego Ovrebo no pitó a favor del Chelsea hace dos temporadas, lo que supuso el pase del Barcelona a la final de la Champions. Se equivocan de cabo a rabo. En el fervor de un partido de fútbol, que un árbitro se equivoque a la hora de señalizar un penalti es normal porque, a fin de cuentas, es una acción en la que el Iturralde de turno tiene que decidir en menos de un segundo. ¿Qué luego puede decidir en función de no se sabe qué intereses? Discutible, pero puede ser. ¿Qué el error humano es plausible en ese tipo de acciones? Por supuesto.

Ahora bien, Bussacca no tuvo tan solo un segundo para decidir si tenía que expulsar a Van Persie o no. Tuvo algunos más. Y por eso me atrevo a decir sin miedo a equivocarme que la expulsión del holandés fue PREMEDITADA. El árbitro suizo, que vendría rumiando en el descanso ese posible penalti no pitado a Messi y un manotazo del propio Van Persie a Alves en la cara que sancionó sólo con amarilla, se quitó así un enorme peso de encima cuando vio al delantero tulipán continuar una acción con el juego ya parado por el árbitro. Y justo cuando el que se clasificaba en ese momento para cuartos de final era el Arsenal, ¡qué casualidad, oiga!


Ni yo, ni ninguno de los madridistas que siguen asiduamente este diario digital, no pedimos nada especial. No queremos que al Barcelona le expulsen un jugador por partido o le señalen un penalti para que así se fastidien y que el Madrid pueda ganar la Liga. No pedimos que los de Guardiola se queden eliminados en las primeras rondas de la competición para que así Mourinho y los suyos tengan el camino más despejado. Nada de eso. El deporte se tiene que basar en una competición entre iguales. Y el Barcelona, que hay que reconocer que tiene un súper equipazo, no necesita de las ayudas de los árbitros para llegar lejos en la Champions, o para tener siete puntos de ventaja en la Liga. Como tampoco las necesitan el Madrid, el Manchester United, el Bayern de Munich, el Milan, la Juventus, etc. Estos equipos, debido a su poderío económico, quiebran ese principio básico del deporte que antes he mencionado del competir entre iguales, y sólo por esa razón no necesitan que el Bussacca o el Undiano Mallenco de turno les echen una mano cuando se les tuerce un partido.

Y cuando José Mourinho denuncia este tipo de situaciones, está absolutamente de más echársele al cuello y llamarle de todo menos bonito. ¿Es que acaso no tiene razón? El Madrid, un club señorial como el que más, sólo pide que haya justicia para todos. Y, desafortunadamente para los aficionados del Arsenal y otros muchos clubes, la justicia es solo para algunos.