En aquel partido, José Mourinho apostó por un equipo plagado de jugadores poco habituales en sus planes, demostrando que aún depositaba cierta confianza en que los suyos remontasen en el choque de vuelta de la semifinal de la Champions, que se jugó pocas fechas después.
El Real Madrid, a lo sumo, tenía la intención de retrasar el alirón liguero culé, pero la falta de intensidad de los blancos se notó en demasía en el encuentro ante el Zaragoza. El Santiago Bernabéu asistió atónito a la hecatombe blanca, que se comenzó a gestar minutos antes del descanso con el primer tanto de Lafita, en una jugada a la contra.
Los de Javier Aguirre se hicieron más fuertes tras el tiempo de asueto y Gabi puso el segundo tanto en el marcador. Aunque Sergio Ramos intentó apelar al espíritu de las remontadas del Coliseum Blanco, Lafita volvió a marcar, para firmar la sentencia, que se antojaba casi definitiva. Benzema se empeñó en poner algo de picante al partido, mas fue en balde, ya que los merengues terminaron sucumbiendo por dos goles a tres, resultado que les alejaba aún más de la Liga.
Este tropezón inesperado sirvió de escarmiento a los jugadores pocos meses después que, con buen juego y numerosas oportunidades, lograron llevarse la victoria de Zaragoza tomándose la cumplida revancha de los Lafita, Aguirre y compañía. Y es que estando Mourinho de por medio siempre puede decirse aquello de que la venganza es un plato que se sirve frío.
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