El Madrid recibió los pellizcos iniciales con cierta dosis de conformismo. Con el clásico ‘bueno, vale’. Le costó 10 minutos apaciguar los ánimos locales y bajar el balón al piso para empezar a familiarizarse con sus costuras. Poco a poco, los de Mourinho, que asistía desde la grada y con gorra al partido, iban empujando contra su portero al Dinamo. De hecho, Benzema tuvo la opción de cantar gol con un buen derechazo que se estrelló contra la parte alta del larguero.
Ficha Técnica 0. Dinamo de Zagreb: Kelava; Tomecak, Vida, Tonel, Ibáñez; Calello (Situm, min. 87), Badelj; Kovacic, Sammir, Leko; y Rukabina (Bekiraj, min. 75). |
El francés está de dulce. No sólo marcando. También jugando y asistiendo. Poco después de su encuentro con el larguero, inició una gran jugada personal que ni Di María, primero, y posteriormente Özil tras rechace del portero pudieron rubricar de la forma que merecía la arranca del francés, es decir, en gol. El arrimón del Madrid comenzaba a ser importante aunque no definitivo. De hecho, Rukavina se presentó delante de Casillas con instinto de asesino. Se quedó sólo en eso, en instinto, porque Iker no es de los que se tumban cuando tienen a un delantero cara a cara.
La lógica hacía pensar que el Madrid acabaría ganando. Por inercia, a pesar de que la puntería no fue la mejor virtud de los de Mourinho en la noche croata. El gol tenía que llegar y lo hizo. Una gran jugada colectiva entre Benzema y Marcelo acabó en los pies de Di María. El argentino, que no estuvo especialmente fino durante el partido, sí que supo resolver como mandaba la acción. Al primer toque y por la escuadra el fideo anotó el primer gol de los blancos en la Liga de Campeones 2011-12. Un gol de alivio.
A partir de ahí el Madrid se hizo fuerte. Con ventaja en el campo y también en el luminoso, parecía cuestión de tiempo que los de Mourinho engordaran su cuenta. Kelava, sin embargo, se empeñaba en rechazar todo lo que el Madrid intentaba cerca de su portería. Por arriba, por abajo, en blocaje o en despeje, el portero local se convertía en el héroe de los suyos.
Una actuación, la de Kelava, opuesta a la del colegiado del encuentro. El tal Oddvar Moen, posiblemente conocido en su casa, se la lió al Madrid expulsando rigurosísimamente a Marcelo con dos amarillas casi seguidas, la segunda por una caída del brasileño que el árbitro noruego entendió como piscinazo. Una expulsión que llegó después de que Leko se hinchara a repartir a diestro y siniestro durante todo el partido y se fuera a su casa con una única amarilla. Algo ilógico que no hace sino confirmar que el asalto a la Décima se tendrá que conseguir a base de sangre, sudor y lágrimas.
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