Esto es el Real Madrid

"Aquí se puede jugar mejor o peor, ganar o perder, pero nunca dejar de luchar ni dar por perdido un balón, aunque éste se pierda por una banda a 40 metros de la portería"





Se trata de una anécdota que viene a resumir brevemente la filosofía histórica del Real Madrid. Una razón de ser que José Mourinho ha asimilado desde el primer día, honrándola cada vez que le ha sido posible. Porque al de Setúbal se le puede acusar de muchas cosas, pero no de falta de implicación. Él se ha hecho tan grande en esta profesión por su capacidad de mimetizarse con el club en el que trabaja, de adaptarse rápidamente y asimilar los rasgos de cada institución. Y en Madrid no ha tardado en comprender las dimensiones universales del club, asumiéndolas como suyas y sembrándolas entre la plantilla para que los jugadores comprendan lo que supone portar este escudo.

Los últimos días han sido complicados, tanto para el club como para la afición. Ha sido como una montaña rusa de sensaciones, con más descensos que ascensos. La alegría de la Supercopa se ha visto eclipsada por el mal inicio en Liga y por la tristeza de Cristiano Ronaldo, por lo que se han generado dudas lógicas. A pesar de que el crédito de Mourinho es enorme. Porque la imagen que el Madrid dio en Sevilla fue muy mala, diría que de la peor en el último año y medio. No solo por el hecho de jugar mal, sino por la sensaciones de incapacidad y frustración que dieron los jugadores.

Han sido momentos de duda, sí. Y ante ellos, Mourinho ha cogido el decálogo madridista y le ha pedido a sus hombres que lo apliquen. Recientemente leía una frase de Santiago Bernabéu en la que decía que "la camiseta del Madrid es blanca, se puede manchar de barro, de sudor y hasta de sangre, pero nunca de vergüenza". Ley madridista. Palabra del hombre que hizo grande a este club, que sabía mejor que nadie lo que era y debía ser el Real Madrid. Porque aquí se puede jugar mejor o peor, ganar o perder, pero nunca dejar de luchar ni dar por perdido un balón, aunque éste se pierda por una banda a 40 metros de la portería.

 


 

Ésta es la diferencia entre este equipo y los demás. Nunca habrá nada igual al Madrid, porque nadie ha sido capaz de adoptar esta filosofía de la forma que se ha hecho en Concha Espina. Por eso, Mourinho dejó claro tras el Pizjuán que "no tenía equipo". Algunos han intentado malinterpretar sus palabras, como si el entrenador estuviera minusvalorando a sus hombres. Pero nada más lejos de la realidad. Solo quería espabilarles, darles a entender que vestir esta camiseta conlleva ciertas obligaciones.

Y ellos, listos como son, lo han entendido a la perfección. Ante el City dieron toda una exhibición de madridismo. De entrega. Dejaron claro que las catástrofes de Getafe o Sevilla no respondían a un problema de condición física, sino de mentalidad. De agotamiento psicológico o incluso de falta de ambición puntual. Porque el martes jugaron un partido magnífico, encerrando al campeón de la Premier en su campo, logrando que tardara una hora en tirar a puerta por primera vez. Y jugando bien al fútbol mal que les pese a algunos, gente incapaz de valorar positivamente este juego al no cumplir los cánones culés de estética.

Al acabar el partido no pude más que pensar que acababa de disfrutar del Real Madrid. Y eso son palabras mayores. De una noche mágica en el Bernabéu, como no había vivido en mi vida. Los jugadores se vaciaron a pesar de las adversidades y el madridismo conectó perfectamente con ellos, creando un ambiente único. Al final se ganó, pero como dijo Mourinho después del partido, si se hubiera perdido tampoco hubiera pasado nada. Porque la vergüenza del sábado había tornado en el orgullo del martes. Por fin, el equipo había recuperado la senda correcta, la que ha hecho de este club el mejor de la historia. Un camino donde la épica es lema y se pelea cada balón como si fuera el último. Porque es nuestra identidad, la que nos ha hecho grandes. Y, en estos casos, también la respuesta a nuestras dudas.

 

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