Morata salvó al Madrid del naufragio

El delantero canterano marcó de cabeza el gol de la victoria del equipo madridista en la piscina del Ciudad de Valencia (1-2).





La estadística decía que al Real Madrid de Mourinho se le había resistido el estadio del Levante más de la cuenta. En tres visitas, un empate y dos derrotas. Para romper ese maleficio, el tiempo tampoco fue el mejor aliado de los blancos. Y es que la lluvia que estuvo cayendo sobre Valencia de manera ininterrumpida convirtió el césped del Ciudad de Valencia en una piscina. Más que de fútbol se podía hablar de waterpolo. De hecho, determinadas zonas del terreno de juego, como la banda que estaba más pegada a los banquillos, y la zona del centro del campo estaban de mírame y no me toques.

Por si esto fuera poco, el Levante no dejó de ser el Levante en ningún momento. Pronto lo comprobó Cristiano Ronaldo, al que David Navarro le rompió la ceja con un codazo que Muñiz Fernández interpretó como acción fortuita. Sólo el zaguero sabe si lo hizo adrede o no, pero por la cara y el gesto no pareció estar muy disconforme con el resultado de su acción, Cristiano sangrando en el suelo y más de cinco minutos fuera de concurso para que los médicos le repararan la avería que le habían causado.

Con un césped impracticable, el Madrid comprendió pronto que el balón parado y la no circulación del cuero con pases cortos se iban a transformar en el credo de la victoria. Di María y Coentrao descubrieron pronto que intentar progresar por la banda izquierda en la primera parte era como hacerlo por la Puerta del Sol en plena noche del 31 de diciembre. Imposible. Por eso, la pelota parada fue la fórmula que el conjunto blanco destapó para marcar su primer gol en el campo del Levante en los últimos cuatro partidos allí. Fue una fórmula tan sencilla como eficaz. Un balón al área de Xabi Alonso, un mal despeje de cabeza de Navarro en un salto con Pepe, y una aparición solitaria de Cristiano Ronaldo en el segundo palo para aprovecharlo. Apenas tres toques para un gol. La ecuación perfecta en la piscina del campo levantino.


El equipo de Mourinho iba a sufrir en sus carnes la misma medicina que otras veces ha aplicado él mismo a sus rivales. Pepe y Ramos tuvieron dos ocasiones clarísimas para ponerle la puntilla al partido. El primero remató de cabeza contra el larguero. El segundo, a la remanguillé y de tacón, también se topó con la madera cuando parecía imposible que el cuero no entrara. Esa doble ocasión, perdonada por el Real Madrid, fue el preludio del empate. Un tanto, el de Ángel, que llevó implícito varios errores. El primero, del asistente, que no señaló fuera de juego en el arranque del delantero. Y el segundo de Pepe, que se dejó comer la tostada cuando la jugada pedía un patadón a quién sabe dónde. El caso es que Ángel pudo superar a Casillas. El Madrid había perdonado y lo había pagado. Por cierto, Mourinho tuvo que quitar a Cristiano tras el descanso y sacó a Albiol. Delantero por defensa. Sonaba raro, y más tarde tuvo que rectificarlo con Morata como beneficiario y ejecutor.

LEVANTE 1: Munúa; Pedro López, Ballesteros, David Navarro, Juanfran; Iborra, Diop (Rubén, min. 85), El Zhar (Ángel, min. 54), Barkero (Míchel, min. 85), Juanlu; Martins.

REAL MADRID 2: Iker Casillas; Arbeloa (Kaká, min. 69), Pepe, Sergio Ramos, Coentrao; Essien, Xabi Alonso, Di María, Özil (Morata, min. 81), Callejón; Cristiano Ronaldo (Albiol, min. 45).

GOLES: 0-1, min. 21, Cristiano Ronaldo. 1-1, min. 62, Ángel. 1-2, min. 84, Morata.

ÁRBITRO: Muñiz Fernández (C. asturiano). Amonestó con tarjeta amarilla a Ballesteros (min. 9), Iborra (min. 41), Juanfran (min. 41), El Zhar (min. 43), Juanlu (min. 58) y Pedro Ríos (min. 87) del Levante. También amonestó a Cristiano Rolando (min.18) del Real Madrid.

ESTADIO: Ciudad de Valencia.

Todo parecía cuesta arriba para los blancos. Le habían empatado tras haber fallado goles que no tenía que haber perdonado, y el Levante empezaba a sentirse cómodo dentro de un juego pausado, un campo impracticable, y esa guerra de guerrillas que tan bien suele dársele al equipo levantino. Por si esto fuera poco, Xabi Alonso marró un penalti cobrado sobre Callejón. El tiro fue flojo, centrado y sin veneno. Tres condimentos básicos que no debe contener el lanzamiento de una pena máxima. Munúa lo repelió. Fue entonces cuando Mourinho tiró de Morata. Era el único delantero que tenía en nómina. Era su turno. Tenía apenas 10 minutos para arreglar una escabechina que podía ser de 10 puntos con respecto al líder. Todo un órdago.

Con el césped según estaba, los más de 190 centímetros de Morata parecían una buena opción para el Real Madrid a la hora de acumular estatura para meterle el miedo en el cuerpo a un Levante que se había aculado en tablas en varios saques de pelota parada que se habían producido antes de la entrada del canterano. Quién sabe si tocado por una barita mágica o porque el destino se la tenía guardada, iba a ser precisamente Morata el que le salvara al Real Madrid la papeleta. Xabi Alonso colgó el balón y Morata lo cabeceó a la red. Todo el madridismo lo cantó como un gol importante, de los que dan campeonatos. El primero que lo celebró por todo lo alto fue el jugador, que hincó las rodillas sobre la hierba y raseó sus piernas como si en lugar de extremidades tuviera dos esquís. Allí encontró el abrazo de Nacho y Adán en primer término, al que luego se sumó el resto del plantel. También Casillas lo celebró desde su portería. Era el gol del triunfo, de la épica y de la gloria para un joven jugador que si el destino se lo permite escribirá páginas de gloria con el Real Madrid. De momento, ya ha conseguido que el conjunto blanco no pierda más comba en la pelea por el título. 10 puntos hubieran rozado lo psicológico, aunque la cabeza que hoy será elogiada por el madridismo llegó de Mirasierra, y se apellidó Morata. El salvador en una noche de waterpolo.