Espera el infierno de Old Trafford

Ronaldo falló un penalti y el postrero dominio del Barça no le sirvió de nada







Cada cual leyó el choque como quiso y pudo. El Barcelona, incapaz de marcar en los últimos dos partidos en casa, se conformó con un dominio inerte durante casi la totalidad del partido, mientras el Manchester se sintió cómodo saliendo a la contra. Pero en este juego de poderes, lleno de regates imposibles y carreras sobrenaturales de Ronaldo, los azulgranas acaban encontrándose con el cuello esperando la guillotina. Sin goles en el Camp Nou, será Old Trafford el infierno que decidirá la eliminatoria, allí donde los diablos rojos se sienten como peces en el agua, y los inocentes culés tienen todas las papeletas para ser ridículamente chamuscados.

La injundia del choque había marcado las horas previas al partido. Se palpaba en las Ramblas que más que San Jordi era la jornada del "todo o nada" para el Barça. La presencia de Cristiano Ronaldo aglutinaba los flashes y la expectación de grandes y chicos. Y el portugués no defraudaría y acudiría desde el primer minuto a la cita.

El Manchester salió a comerse el corderito asustado que le habían puesto sobre la mesa, y Ronaldo de dos zarpazos casi lo engulle sin que hubiera habido tiempo para siquiera sentarse. Un atrevido disparo lejano desde su Madeira natal, demostró sus intenciones y de paso forzó un córner. Acto seguido él mismo fue a rematar de cabeza el mismo saque de esquina y Milito cometió un penalti absurdo de juvenil. Otra vez el portugués en liza, que colocaba la pelota para abrir el marcador, pero su ingenio quiso ajustar tanto el disparo que mando el penalti al limbo.

Ésto fue un golpe para Ronaldo, y por ende para el Manchester. Se había salvado el Barça de milagro, y fue dejando el acojone y aprovechó la caraja de los ingleses para hacerse con la pelota. Desde el control gozó de las mejores ocasiones, pero ni Etoo ni Iniesta estaban finos en la definición. Messi sólo aparecía en jugadas aisladas, y sólo respondía a los piques de su crack homólogo, Ronaldo, que aunque ausente, convertía cada balón que le llegaba en un toque mágico, quizá excesivo, pero mágico al fin y al cabo.



Van der Sar se debía haber sacado el carnet de culé el día anterior, porque fue el mejor aliado de los azulgranas regalando cada saque de puerta. Parecía que eso mismo era lo que Ronaldo le reclamaba con gestos ostensibles en cada balón largo. Massimo Busacca se convirtió también en un culé más, al hacer la vista gorda con otro penalti de un descentrado Milito en un empujón sobre Brown.

Pero Ronaldo no quería que nadie le robara el protagonismo. Es de esa clase de jugadores superlativos a los que sólo se les puede frenar en falta o con un carro blindado. Aunque la pelota era del Barça, al Manchester no le hacía falta posesión para crear peligro. Otra vez el portugués, que robaba un pase errático de Iniesta de defensa encaraba a Márquez, desborde y otro penalti más; el suizo Bussaca se hacía el sueco, y los de Rijkaard agradecían el favor.

Con Tévez pensando en comerse un buen asado con mate, y Rooney perdido en el oscuro trabajo de recorrer la banda, tenía que ser Ronaldo quien con gusto tomara el mando. Y era Márquez otra vez la víctima de sus regates, y el portugués el de las tarascadas. Esta patada al filo del descanso le costaría una amarilla al mexicano que le privara de jugar en la vuelta en Old Trafford.

El Manchester se reserva para la vuelta



La segunda parte mantendría la misma tónica, en cuanto a manejo de la pelota, ya que los ingleses se sentirían cómodos arropados en su campo, y en cuanto a protagonismo, ya que las jugadas más polémicas estarían en las botas de Ronaldo. Como si se trtara de un ahorro de energía, los ingleses cedieron el control del juego, decididos a cazar alguna a la contra, donde las cabalgadas de Ronaldo parecían sobrenaturales.

La poblada defensa de los red devils no permitió así ocasiones claras, ya que la mejor jugada de todo el partido de los culés tan sólo dió para que Etoo desperdiciara un tacón de Deco en un tiro que desde dentro del área y solo ante Van der Sar, ni siquiera cogió portería.

La réplica la pondría Carrick, que por un momento se puso el traje de regateador de su compañero luso para enganchar un balón al borde del área rival, marcharse de su par y encarar a Valdés, pero su disparo se marcharía fuera incomprensiblemente. EL Barça se confío en su gozo de que el dominio le acabaría dando el gol, pero nada más lejos de la realidad. Los ingleses supieron defenderse, y favorecer las salidas fulgurantes de sus delanteros.



Que las lesiones de Messi y Deco no están curadas lo evidenció el hecho de que ambos tuvieron que abandonar el terreno de juego con mucho partido por delante. Partido para que Ronaldo cazara otro balón largo y se marchara de cuantos rivales le salieran para ser frenado en otro penalti por Abidal, otro que para no romper costumbre Bussaca se comería. En la ley de la compensación, el suizo haría la vista gorda con otra pena máxima esta vez en el área inglesa sobre Iniesta, que hubiera sido demasiado descarado pitarlo tras todos los que había obviado en contra de los azulgranas.

El Barça se fue ahogando en su toque y su dominio y quedándose sin tiempo vio como el Manchester le arrancaba un fabuloso resultado, que deja a los de Ferguson con pie y medio en la final. Un empate sin goles, unos por inoperancia, otros por conformismo, para que sea Old Trafford, donde los diablos rojos no han perdido un sólo partido de Champions en toda la temporada, el lugar elegido para cavar la tumba de los azulgranas.

La ficha del partido:

Barcelona: Valdés; Zambrotta, Milito, Márquez, Abidal; Touré Yayá, Xavi, Deco (Henry 77"), Messi (Bojan 62"), Iniesta y Etoo.

Manchester United: Van Der Sar, Hargreaves, Ferdinand, Brown, Evra, Cristiano Ronaldo, Carrick, Scholes, Park Ji Sung, Tévez (Giggs 84") y Rooney (Nani 75").


Árbitro: Massimo Busacca (suizo) mostró tarjetas amarillas a Márquez (44") y Hargreaves (72").

Incidencias: 85.000 espectadores llenaron el Camp Nou para presenciar el choque de semifinales de Liga de Campeones. 18º C de temperatura al comienzo del encuentro.