Cinco goles en las primeras cuatro jornadas de Liga demostraban que Alarcón caía de pie en el Real Madrid. El ‘23’ encadilaba a la parroquia madridista pero, poco a poco, iría perdiendo fuelle. Todo parecía un espejismo. Ancelotti le fue quitando minutos a medida que su fútbol decrecía y el de Luka Modric se disparaba. Pese a todo, siempre era un habitual en los encuentros, pero sin llegar a ser el jugador resolutivo de comienzos de temporada.
Todo cambiaría en el mes de Marzo; los problemas físicos de Cristiano Ronaldo le abrieron la puerta a la titularidad; el Real Madrid no contaba con Jesé y cambió al luso por un centrocampista más. Isco se lució y fue clave para llegar a la final de la Champions League y ganar la final de la Copa del Rey. Aquel choque en Mestalla contra el Barcelona fue la primera demostración de coraje y compromiso del malagueño; estuvo brillante en la creación pero, además, robó y cortó decenas de ataques azulgranas, ayudó a su lateral cuando tocaba y fue decisivo para iniciar las contras merengues.
En Lisboa, cambió el encuentro desde el minuto 60 y terminaba la temporada conquistando Copa y Liga de Campeones. Pero cuando Ancelotti parecía tenerle ya un sitio asegurado, los fichajes volvieron a ponérselo complicado este verano. La llegada de James y la presencia de Kroos y Modric en el centro del campo le dejaron sin sitio y con pocos minutos hasta el mes de Noviembre. Solamente la lesión de Bale le abrió la puerta a la titularidad. Curiosamente, fue ahí cuando el Madrid despegó futbolísticamente; Isco crecía al lado de Kroos, Modric y James y el Madrid jugaba como los ángeles.
Nadie ha conseguido quitarle ya del ‘11’. Ahora mismo, es insustituible para Ancelotti. Resulta hasta épico verle correr hacia atrás 60 metros para recuperar una pelota. Cualquier parecido con el genio ‘apático’ de La Rosaleda es mera coincidencia. Por eso, Isco ya sí es fundamental en el Real Madrid. Ancelotti ya no puede quitarle. Se lo ha ganado a pulso.
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