Cuando en el club blanco se decidieron a pagar esa cantidad de dinero por el centrocampista malagueño hubo reacciones de todo tipo. Pero yo me quedaré con la que, para mí, fue una de las más significativas: la del Santiago Bernabéu. Y es que sin apenas tocar el balón, la gente ya tenía ganas de ver a Isco en acción. Es decir, el jugador había caído de pie y tenía el total respaldo de los aficionados madridistas. Eso sí, como suele decirse, lo fácil no era llegar sino mantenerse e Isco tenía el beneplácito de la gente en su aterrizaje, pero en ese momento empezaba su particular ‘batalla’ para que ese cariño no se diluyera como un azucarillo.
Isco empezó bien, aportando goles y buenas actuaciones, pero con el paso de las semanas su protagonismo cambió. Empezó a jugar menos y no era nada extrañarlo el empezar a verle sentado en el banquillo buscando ser ese jugador revulsivo que podría cambiar el encuentro en la recta final del mismo. Ahí fue donde Isco empezó su transformación definitiva a lo que es hoy en día, un jugador indiscutible para Ancelotti. Tan importante que, bajo mi punto de vista, esos 30 millones de euros pagados en su momento al Málaga pueden ser una de las mejores inversiones del Real Madrid de los últimos años sin ningún género de duda. Por eso decía antes lo de barato, siempre limitándolo al contexto del fútbol y los ceros que se mueven.
Ya hay quien piensa que cuando James Rodríguez y Luka Modric estén de vuelta, Isco va a ser el sacrificado. Yo eso quiero verlo porque no me lo creo. A día de hoy, Isco se ha ganado ser tan indiscutible como pueden serlo Cristiano Ronaldo o Kroos. Y lo mismo puedo decir de su papel en la selección española, en la que merece galones de capitán general, no sólo de simple escudero.
DEJA TU COMENTARIO