Xabi Alonso condena a Gago





Dicen los que saben de fútbol que un equipo juega según lo hace su mediocentro, y parece que la inmensa mayoría del Santiago Bernabéu se pone del lado de esos sabios. Y es que, afortunadamente, la nueva directiva merengue supo de la importancia de fichar a un jugador como Xabi Alonso, y el vasco no ha decepcionado. Mide perfectamente el tempo del partido, sabe lo que hace falta en cada momento, roba balones y es consciente de a dónde los tiene que dirigir, su capacidad de distribuir y elaborar no se limita al pase corto, sino que mide al milímetro los desplazamientos en largo y, por si fuera poco, tiene un disparo lejano excepcional.

En Concha Espina se echaba ya de menos un jugador de este tipo que fuera el eje neurálgico sobre el que construir el juego merengue, alguien que imprimiera un estilo, pues quizá desde Redondo no se veía algo similar. Y es que, dicho sea también, cada vez resulta más complicado encontrar jugadores de este corte en el fútbol moderno desde que se pusieran de moda los ‘stoppers’, mediocentros defensivos, o simplemente ‘tarugos’, como diría un amigo. Muchos culpan a la escuela francesa de ello, con sus Desailly, Vieira, y Makelele, o incluso los Petit, Thuram, y ahora Lass Diarra. Y sólo algunos sitúan el germen de esta tendencia en la final de Champions que el Milan de Capello le ganó contundentemente al ‘Dream Team’ de Cruyff en 1994 (4-0), con un Desailly superior en la red que formó el técnico italiano para parar a los blaugranas. Pero sea como fuere, el caso es que esa variante táctica ha degenerado con el tiempo en el estereotipo de un negro africano de fortaleza física por encima de la media y que no necesariamente tiene que tener idea de tocar el balón, lo que ha perjudicado sensiblemente al fútbol en general.

Así, con el tolosarra -al igual que con otros futbolistas cortados por su mismo patrón-, se cumple una de esas grandes paradojas de la vida, que es que sólo te das cuenta de la importancia que tiene cuando le pierdes. Así le ha pasado al Liverpool en este inicio de temporada, así le sucede al Barcelona o a la Roja cuando Xavi no está, al Milan con Pirlo quizás, y así ha sucedido esta misma semana en la Casa Blanca: que con Xabi Alonso lesionado, Pellegrini apostó por Gago para suplirle, y el resultado no pudo ser peor. El albiceleste ralentizó el juego (debe dar tres toques mínimo antes de soltar el cuero), erró en numerosas entregas, no se atrevió con los desplazamientos en largo aunque alguna jugada los pedía a gritos, y encima tampoco destacó en labores defensivas, lo que terminó por desesperar al respetable.

Gago es uno de esos futbolistas que levanta odios y pasiones por igual entre los aficionados, pero no se faltaría a la verdad si afirmáramos que juega en otra división distinta a la de Xabi. Primero por estilo de juego, y segundo, por calidad. Es un futbolista que, jugando en la misma demarcación, no roba como Makelele, no organiza como Redondo y no tiene la clase de Guti, pero de vez en cuando parece que juega al fútbol como alguno de ellos. Es como la marcha atrás, que calentar calienta pero no emociona; que si hay que hacerla se hace, pero si se puede evitar, mejor. Y eso quizá valiera el año pasado cuando el nivel medio de la plantilla tapaba las carencias del ‘5’, pero ahora al lado de un jugador superlativo como Xabi Alonso, se demuestra que no hay color entre ellos. Adiós a la marcha atrás. El madridismo se ha dado cuenta de esto, y no quiere volver al salami cuando ha probado el caviar. También muy sabio, por otra parte.