...y este sueño se acabó

Los blancos quedan fuera de la Final Four tras perder en Vistalegre en un final ajustado. Penosa celebración de los griegos que tuvieron que salir con las manos en la cabeza.





El ambiente estaba caldeadito desde el inicio. Pancartas, cartulinas o cualquier objeto que tuviera color  blanco valía para crear ambiente. Se había dicho que durante el tercer partido de la serie, Vistalegre no fue el de las grandes ocasiones y, por tanto, había que superarse. Y así fue. La ocasión lo merecía.

Sin embargo, el equipo comenzó algo tenso. Preso de la responsabilidad, tal vez. Los helenos, que no pudieron contar, finalmente, con Vujcic, se movían como pez en el agua en ese tipo de ambiente. Tranquilidad y buenos alimentos que diría un castizo. Las pírricas ventajas griegas fueron eso, pírricas. Sólo era cuestión de que el equipo de Plaza se sacudiera los nervios y volviera a la intensidad que presentó en el tercer choque. Y vaya si lo hizo.

UN SEGUNDO CUARTO DE CINE

FICHA TÉCNICA.


REAL MADRID 75: López (4), Bullock (19), Mumbrú (3), Hervelle (5), Reyes (12) --quinteto inicial-- Winston (9), Van den Spiegel (9), Massey (8), Llull (3), Tomas (3).

OLYMPIACOS 78: Teodosic (-), Halperin (10), Childress (7), Printezis (9), Bourousis (25) --quinteto inicial-- Papaloukas (8), Greer (12), Vasilopoulos (-), Vougioukas (-), Erceg (7), Pargo (-)

PARCIALES: 16-20, 25-13, 17-21 y 14-21.

ÁRBITROS: Shmuel Bachar (ISR), Recep Ankarali (TUR) y Eddie Viator (FRA). Eliminado Felipe Reyes por faltas personales.

PABELLÓN: Palacio Vistalegre. 12.900 espectadores.

El segundo periodo fue el de más decibelios por minuto en el Coso de Carabanchel. Van den Spiegel hundió la canasta tras robar un balón en defensa, mientras que Llull y Bullock tiraban de precisión para aniquilar la línea exterior de los griegos. Todo se empezaba a poner de cara para un equipo que vive, precisamente de eso, de su cara. Y de su muñeca y tenacidad, por qué no decirlo. Winston firmó sus mejores minutos como madridista. Buena defensa, intensidad en el rebote y buenos movimientos en ataque. Con confianza, Winston demostrará que su sustitución por Hosley fue un completo éxito. La batalla, como no podía ser de otra forma, de Felipe Reyes en el rebote de ataque nutrió de puntos extra a los blancos que se marcharon con una buena ventaja al descanso. El 41-33 demostraba que la mitad de los deberes estaban hechos, y muy bien, por cierto.

El paso por los vestuarios volvió a igualar las cosas. Ninguno quiso declararse inferior al oponente y eso se notó sobre la cancha. Bourousis y Felipe Reyes mantuvieron un duelo de muchos quilates en la pintura. Si uno anotaba, el otro le respondía. Por ahí podían pasar parte de las esperanzas de los dos equipos por hacerse con el duelo. Aunque el tufillo arbitral empezaba a dejarse notar con pequeñas decisiones extrañas en contra de los de Joan Plaza.

ERCEG, AL RESCATE DE LOS HELENOS

La caldera de Vistalegre volvió a encenderse. La Final Four estaba en juego. Acabar con una racha de 13 años sin estar entre los mejores de Europa pasaba por ganar este partido y eso el equipo lo sabía. Louis Bullock se destapó con un par de triples al comienzo del cuarto que volvieron a dar suculentas rentas en un partido de calcamonía a los de Plaza. Sin embargo, los blancos fueron perdiendo gasolina poco a poco, más aún cuando a Felipe Reyes le pitaron una muy rigurosa quinta falta personal. En ese momento surgió un desconocido de Olympiacos, Erceg, que clavó un triple a falta de 30 segundos para el final del partido que le dio tres tantos de ventaja a los griegos (70-73 min.39). Una ventaja que, a la postre, fue decisiva para poner fin al partido y al sueño madridista. La Final Four tendrá que esperar, al menos, otro año más.

No quisiera dejar pasar la ocasión de censurar la patética celebración de los griegos en el centro de la cancha provocando a todo el público de Vistalegre. Las manos al aire de Papaloukas, Bourousis o Vujcic saludando chulescamente al respetable es algo vergonzoso. Pero los griegos son así. Hay que ser grande dentro y fuera. Dentro, más o menos, lo son. Fuera, ni por asomo.