De Casillas a Valdés





Pero hay porteros y porteros. La diferencia de Iker con Valdés está en su carácter. Es sintomático que el madridista sea abierto, natural y normalmente afable y que el barcelonista parezca que ha nacido cabreado, peleado con todo lo que hay detrás de la puerta del vestuario (dentro no sabemos lo que pasa). Esto puede que haga de Iker un tío seguro de lo que hace y a Víctor lo contrario. Aún así, repito, Valdés no me parece un mal portero. Eso sí, a los madridistas les gustaría que Víctor siguiera mucho tiempo defendiendo la portería azulgrana; como, imagino, a los barcelonistas querrían que Calderón no se hubieran ido nunca.

Valdés tiene un serio hándicap y es que para ser futbolista hay que saber jugar con los pies y él tiene problemas, o por lo menos no está a la altura. No es que Casillas sea un superdotado, pero sabe pegarle a la pelota. Valdés no. Y eso es sintomático. Cada uno tiene su estilo y uno gusta más que el otro, y uno se decanta por el que defiende los colores de su corazón Pero un portero tiene que saber de fútbol, leer las jugadas con anticipación, intentar adelantarse una milésima a los acontecimientos para aprovechar esa ventaja que le concede jugar con las manos. Y ahí, me perdonen, Iker le da sopas con hondas a Víctor. Y esto, quieran que no tiene que ver con aquello de saber jugar al fútbol.

Finalizo. Iker es mejor portero que Valdés y creo que esta opinión la comparten muchísimos barcelonistas a los que sólo les pesa que Casillas sea el portero del Madrid y no del Barcelona. Por eso hay porteros y porteros: están los que aúnan la mayoría de las opiniones, como Iker; y los que provocan discusiones, como Víctor, al que piden la internacionalidad por los colores del club que defiende y no por su regularidad bajo los palos.