El Real Madrid carbura y sale triunfador de Villarreal

Después de sus paseos triunfales ante Basilea, Deportivo o Elche al Real Madrid le tocaba mostrar esa línea ascendente en uno de los campos más complicados de Primera División. El Villarreal se presentaba como una buena piedra de toque para el equipo de Ancelotti, especialmente para ver en qué grado aplicaban los blancos esas dos palabras que tanto le gusta nombrar al técnico blanco, intensidad y equilibrio.

La primera parte fue un toma y daca constante, un gran partido. Si a Sergio Ramos le anulaban un gol por un control previo con la mano a los cuatro minutos de encuentro, Uche respondía con un tiro dentro del área que despejaba Casillas. Había mucho ritmo, bastante intensidad, y parecía que las delanteras podían ir superar a las defensas en sus duelos particulares.

Pero fue tras el minuto 20 de partido cuando el Real Madrid consiguió asentar algo más su juego. El Villarreal no permitía que ni Varane ni Ramos movieran el balón con tranquilidad atrás, tampoco que Kroos o Modric dieran más de dos toques sin tener un jugador de amarillo en su nuca. Sin embargo, la calidad del equipo blanco salió a la luz para abrir la lata. Con el Villarreal metido en su área ante un ataque posicional del Real Madrid, Luka Modric frotó la lámpara de la mejor forma posible, con un pepinazo desde la frontal que se coló ante la estatua de Asenjo. Fue un golazo lleno de precisión, potencia y decisión, tres cualidades que podrían definir muy bien los goles que Modric ha marcado en el Real Madrid desde que aterrizó. En Manchester o en Copenhague pueden dar fe de ello. El caso es que el croata había firmado una obra de arte que le permitía a su equipo ponerse por delante en un choque que estaba siendo igualado.

Poco después, y todavía con la anestesia fresca en los cuerpos de los jugadores del Villarreal, el Real Madrid daba un golpe mortal en una de sus especialidades, la del contragolpe. Tres actores fundamentales en esta interpretación. James Rodríguez en el papel de lanzador de la misma con un pase largo, Karim Benzema actuando como destinatario de ese largo envío y poseedor de la tranquilidad para aguantar al defensa dentro del área y ver la llegada desde atrás del tercer hombre en discordia, Cristiano Ronaldo. El portugués ejerció su papel favorito, el de killer. Llegando desde atrás hizo de oro la asistencia de Benzema y puso el balón en la red del equipo local. Un golazo a la velocidad de la luz. El Villarral besaba la lona con este golpe, y eso que antes del descanso los de Marcelino tuvieron dos claras opciones de achicar la distancia en el marcador, pero en la primera apareció Casillas para evitarlo, y en la segunda una milagrosa pierna de Marcelo lo impedía.

Si el primer tiempo fue un ida y vuelta constante en el que la pegada del Real Madrid había sido decisiva, lo cierto es que la segunda parte no tuvo nada de parecido con su predecesora. Seguramente fue así porque se jugó a lo que el Real Madrid quiso, es decir, a bajar el ritmo del partido y a controlar los elementos.

En este sentido, el Villarreal quedó desarmado de ideas ofensivas pues era el equipo de Ancelotti el que tenía la pelota. Sin riesgos, con la lección bien aprendida, lo cierto es que el Real Madrid no se expuso para nada a una posible contra del Villarreal. Y es que cualquier conato de reacción en el partido de los locales pasaba por tratar de buscar la portería de Casillas, algo que apenas sucedió durante el segundo acto. Con tiento y con las ideas muy claras el Real Madrid salvaguardó el 0-2 como un tesoro. Los tres puntos volaron hacia la capital de España junto con una racha que ya empieza a ser importante. El Real Madrid carbura y gana. Y además con suficiencia.

Fotografías: realmadrid.com