CR7 lidera a un equipo de dos caras

El delantero portugués anotó un hat trick para fuminar al Rayo (6-2). Mal primer tiempo de los blancos, silbados en buena parte del mismo. Paradas Romero, horrible.





La tradición dice que el público del Bernabéu llega a última hora. Tanto que, hasta los 10 ó 15 primeros minutos no se puede hablar del público exacto que acudió a ver el partido. Este riesgo del aficionado trae consigo la posible pérdida de algún gol en caso de que alguno de los contendientes esté atinado de forma tempranera. Eso fue lo que le pasó al Rayo. Los de Vallecas tardaron exactamente 16 segundos en adelantarse en el Bernabéu. Fue un despropósito del Madrid. Un error en la entrega de Lass, un fallo de Iker al intentar rechazar el tiro, y un rápido Michu hizo el resto. El resto era nada más (y nada menos) que adelantar al Rayo en el Bernabéu. Sonaba fuerte. Muy fuerte.

El Madrid lo pasó mal. El Rayo parecía el mejor Milán de la historia y los blancos un amasijo de nervios en el que nadie se desataba la cadena. En estas, el Bernabéu se enfadó y empezó a pitar. Quizá los pitos más sonoros desde que Mourinho es técnico del conjunto blanco. Di María intentaba hacer acciones individuales, Marcelo no podía con Lass (el del Rayo) y, para colmo, el Madrid ni se acercaba al área visitante. Conclusión, pitada en cada balón errado por el Madrid. Y en ese momento eran muchos. Mourinho lo veía tan negro que no tardó ni 30 minutos en ‘cargarse’ a Lass para dar entrada a Özil. El francés ya estaba marcado por el fallo en el gol del Rayo y no había marcha atrás. Cambio ofensivo decretó Mourinho.

El Bernabéu, enfadado con su equipo

Un técnico, el del Madrid, que sabía que se jugaba mucho en el envite. De hecho, el propio Mourinho asumió las funciones de recogepelotas para intentar que se perdiera el menor tiempo posible cada vez que el cuero salía por su lado del campo. El Rayo estaba sospechosamente cómodo y el Madrid nervioso, muy nervioso.


Sólo un fallo del Rayo podía meter al Madrid en el partido. Y el regalo divino llegó. Un error clamoroso de Tito en un saque de banda permitió al Madrid hacer lo que mejor sabe, contragolpear. Se auto inmoló el Rayo en esa acción porque la carrera de Kaká, Di María y Cristiano ya olía a gol según atravesaron el centro del campo. Fue Cristiano el que tuvo el honor de acabar con la sequía goleadora del Madrid, y la suya propia, con un remate que no pasará a la historia por su perfección pero sí por su efectividad. Un suspiro se escuchó  en ese momento. Y no sólo del público.

El empate era un mal menor para el Madrid antes del descanso. Después de haber sufrido como nunca, con el público en contra y un Rayo de nivel Champions, los blancos se acabaron marchando a la caseta con ventaja ¿Cómo? Tras un error de la defensa y la zaga visitante que habilitaron primero un testarazo de Ramos y, posteriormente, la rúbrica de Higuaín que, esta vez sí, estaba donde tenía que estar un delantero del Madrid, para empujar lo que caiga por la zona a modo de aspirador.

Ficha Técnica

Real Madrid 6: Casillas; Ramos, Varane, Albiol, Marcelo; Alonso, Lass (Özil 28’); Di María, Kaká (Khedira 62’), Ronaldo; Higuaín (Benzema 62’)

Rayo 2: Dani, Tito, Arribas, Jordi, Casado, Movilla, Javi Fuego, Michu (Trashorras 68’), Piti (Pacheco 66’), Lass y Tamudo (Delibasic 55’)

Goles: 0-1 Michu (min.1), 1-1 Cristiano (38’), 2-1 Higuaín (45’), 3-1 Cristiano (50 p.), 3-2 Michu 55’), 4-2 Varane (67’), 5-2 Benzema (73’), 6-2 Cristiano 83’ p.)

Árbitro: Paradas Romero. Amonestó  Arribas, Movilla, Lass. Expulsó a Di María (57’)

Estadio: Santiago Bernabéu. Buena entrada (73.700 espectadores)

Con un resultado poco equiparable a lo visto en el primer acto, el Madrid sólo podía mejorar. A buen seguro que Mourinho le leyó la cartilla a los suyos en el intermedio. Uno de los que mejor interpretó la charla de su técnico fue Kaká. El brasileño dejó grandes detalles de su recuperación y dio esperanzas de poder volver a ver al gran Kaká. Una acción suya dentro del área acabó con derribo claro de Movilla. Hasta Paradas Romero, malo como él solo, llegó a verlo. Cristiano quería seguir pisoteando los comentarios que decían que estaba en decadencia lo transformó. Ahora sí que pintaba a sentencia. Sin embargo, el Rayo volvió a meterse en el partido de la forma más clásica, un remate de cabeza. Se apretaba la cosa y volvía el ‘run run’ a la par que los fantasmas de Levante y Racing. Sin embargo, hoy no era el día ‘D’ para el Rayo.

Y eso que Paradas Romero, el colegiado del partido, se empeñó en vestirse de vallecano. El pésimo árbitro expulsó rigurosamente a Di María por una mano pegada al cuerpo. El follón ya estaba montado. El Madrid con 10 y Mourinho jurando en hebreo. No era para menos, sobre todo porque pocos minutos después Movilla calcó la mano de Di María y Paradas se hizo el sueco. O igual es que simplemente es así de malo. Vaya usted a saber.

Contragolpes mortíferos del Madrid

Con el público encendido, pero esta vez a favor porque el enfado era con el árbitro, el Madrid apretó los dientes. No le queda otra. El marcador era demasiado ajustado como para andarse con chiquitas. Calificativo que, precisamente, no puede aplicársele a Varane, autor del gol de la tranquilidad merengue con un remate  a la remanguillé que parecía que no entraba pero que cayó a la red con lágrimas. Las de un chaval de 18 años que debutaba en el Bernabéu y, además, marcando. Casi nada.

Sin embargo, la noche de claroscuros no podía terminar así. El Madrid necesitaba marcar más goles. Tantos como fueran posible por si a Paradas le daba por anular alguno. Así las cosas, Benzema, que había entrado por Higuaín, empaló un derechazo desde la frontal del área para llevar la manita al luminoso. El Rayo estaba reventado físicamente y las avalanchas del Madrid, aún con uno menos, eran sinónimo de gol en cualquier momento. Fue precisamente en una galopada de Cristiano, derribado por el portero Dani, en la que el Madrid firmó el sexto. Cristiano se lo guisó y él mismo se lo comió. Suave y por el centro, para dentro. Fue la rúbrica a un partido de mil caras y detalles que dejó a Cristiano como triunfador y al Madrid de vuelta a la normalidad tanto de goles como, sobre todo, de victorias.