Cura de humildad bávara

El Chelsea ganó su primera Champions League en la tanda de penaltis

Una de las grandezas del fútbol reside en que es un deporte que permite los milagros. De hecho, el Chesea puede dar buena fe de ello, pues el pasado 22 de febrero el equipo estaba prácticamente eliminado de la Liga de Campeones tras perder en la ida de los octavos de final ante el Nápoles por 3-1. Poco después el club inglés destituiría a su técnico, el portugués Villas-Boas, dejando todo en las manos de un casi novato, Roberto Di Matteo.

 

 

Sin embargo, a partir de ese momento el italo-suizo empezó a cambiar el estilo de juego. Dejó el preciosismo a un lado y optó por el trabajo y la efectividad. A partir de ahí, empezaron a llegar los milagros: remontada al Nápoles en la prórroga, victoria en Londres por 1-0 ante el Barça a pesar de haber tirado una vez a portería, empate en el Camp Nou tras haber remontado un 2-0 adverso con 10 y haber tenido un penalti en contra que falló Messi... Y lo que ocurrió en la noche del sábado, en la final ante el Bayern.

Poco importó que el partido se jugara en Múnich. O que los alemanes atacaran durante todo el partido incesantemente. Ni siquiera el gol de Müller en el minuto 82 minó la moral del Chelsea. Porque Drogba en 88 empataba (1-1) tras aprovechar el único córner a favor de los 'blues', después de que su rival sacara 16. Otro milagro más. Pero aún faltaban un par por darse. Como el penalti que Cech le paró a Robben tras un absurdo penalti cometido por el propio Drogba nada más comenzar la prórroga. El holandés volvía a fallar en el peor momento, ganándose con razón la fama que tiene de gafe.

La fortuna llevaba sonriendo al Chesea todo el torneo. Pero, a pesar de ello, Mata fallaba su primer penalti en la tanda y el Múnich se ponía 2-0 gracias a los tantos de Lahm y Gómez. La final tenía más color alemán que nunca, y en cierto sentido, se hacía justicia a lo visto en el campo y en el torneo. Sin embargo, aún quedaba una vuelta de tuerca más, con Olic y Schweinsteiger fallando sus penas máximas, mientras que David Luiz, Cole, Lampar y Drogba no desperdiciaban las suyas (3-4). La presión y la mala suerte acababan con la prepotencia y la suficiencia alemana, confirmando la maldición que dice que ningún equipo finalista que jugara como local ha ganado este torneo en 20 años de Champions. Y es que este año era el del Chelsea, precisamente el que menos se lo merecía.

 

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