Alcaide pone finos a culés y vascos

El periodista de 'El Mundo' se carga de razones para criticar a dos pésimas aficiones

Muy pocos integrantes de la prensa de este país, por no decir nadie, han tenido las narices suficientes como para criticar de la forma que se merece la bochornosa y lamentable actitud de las aficiones de Barcelona y Athletic de Bilbao en el Calderón. Insultaron el himno de su propio país, se metieron con la presidenta de la Comunidad de Madrid, y volvieron a despotricar del Real Madrid, demostrando ese feo complejo que acompaña a ambas Instituciones desde hace tiempo. Por fortuna, no toda la prensa es tan cagona para no decir las cosas como son. A continuación reproducimos un artículo del periodista Jesús Alcaide, de 'El Mundo', que refleja fielmente todo lo que pasó en el partido, y las sensaciones que dejó en la gran mayoría del país la patética situación vivida en la final de la Copa de España.

 

El año que viene, Barça-Sabadell

El Athletic se adentró en un agujero negro cuando tomó el vuelo hacia Bucarest para disputar la Europa League hace dos semanas y todavía no ha encontrado la ruta de salida. Es más, sigue en Rumanía pensando cómo narices se tiene que gestionar una final. A sus jugadores les faltan unos cuantos hervores para medirse con la elite en situaciones extremas. El Barcelona jugó a placer, casi no tuvo que hacer faltas y se sintió tan superior como un equipo profesional en uno de esos partidos de pretemporada ante adversarios de Tercera o de Regional. El intento de reacción de los vascos tras el descanso fue tan meritorio como estéril. Todo el pescado estaba ya vendido.

Una vez confirmado que el Barcelona no tenía ni para empezar, mis más sinceras condolencias a esas dos aficiones que tuvieron que soportar el viaje a la capital de un estado que odian y a los jugadores azulgranas, que levantaron una copa despreciada por los suyos. Ambas mostraron su indignación por tener que disputar un título que lleva el nombre de España, ese país que les oprime y sojuzga, que les trata como esclavos y que les obliga a jugar estas finales indignas. La pitada al himno en el Calderón fue tan sonora como mayoritaria. No valen los paños calientes, eso de que una minoría no representa a una afición. Los silbidos fueron generalizados y demostraron una total falta de educación con las instituciones de un país que merece un respeto. Me sentí ofendido escuchando a la masa, tanto como lo estuve durante todo un día en el que tuve que aguantar cómo algunos eruditos a la violeta calificaban a Madrid, mi ciudad de adopción, como un nido de ultraderechistas y un lugar en el que los aficionados de ambos finalistas iban a pasar miedo. Debe ser que no hay problemas en aparecer por San Mamés para pitar el himno del Athletic o por el Camp Nou para pitar el del Barça o el de Els Segadors. Seguro que colocan una alfombra roja al paso de aquellos que luzcan una bandera roja y amarilla o una camiseta blanca. Cosas de la libertad de expresión.

Los insultos a Madrid y España quedarán impunes, como siempre. Pero en busca de la coherencia, sería bueno que estos dos equipos tiraran de una vez por todas por la ruta concreta, la de renunciar a juntarse y competir con tipos tan indeseables como el resto de españoles. Un Barcelona-Sabadell y un Athletic-Erandio a la semana es lo que merecen algunos. Y lo coherente en función de las barbaridades que se oyeron junto al río. Por cierto, también escuché insultos a Esperanza Aguirre y al Real Madrid.  Fueron casi todos tan educados como los exabruptos de esos parlamentarios que hicieron apología de la pitada frente al Congreso hace varios días y politizaron un acto deportivo. Ah, pero la culpa es de Aguirre, claro. El Barcelona es campeón de España. Lo siento.



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